En silencio y poco a poco, con los guantes puestos, dando pasos cortos, con el cuidado de quien no quiere romper un encantamiento, 50 trabajadores trillan este mar de consuelo.

Las flores, frescas o secas, las velas que han donado a organizaciones y que se pretenden fundir para elaborar con ellas figuras conmemorativas, los documentos, desde unas servilletas a cuadernos escolares, que seis personas seleccionarán para conservar en el archivo municipal. Entre aplausos avanzan hasta dejar La Rambla despejada.

"Teníamos que dejar esta semana de duelo para que todo el mundo pudiese expresarse. Pero ahora los propios comerciantes de La Rambla y quiosqueros nos pedían que empezáramos a ordenar", ha señalado la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Sobre los mosaicos a la vista hay círculos de respeto, fotos e instantes ensimismados. "Me da tristeza venir aquí", "Al verlo se me ha puesto la carne de gallina", han señalado varias personas que pasaban por la zona.

Carolina, cuarta generación de comerciantes de La Rambla, como ella dice, sabe que hay mucho por curar. "Es importante recuperar la normalidad. Pero de todas maneras aún estamos muy afectados, esto costará", ha señalado.

Un punto se queda para quienes aún quieren expresar su duelo. Mientras, tres máquinas trabajarán durante una semana para arrancar la parafina, tinta y grafittis. La tarea de devolver a la ciudad su ritmo ya se ha emprendido con eficacia.