En verano de 2018, Pavel Efimov encontró en el hielo una cabeza gigante de lo que pensaba que podía ser un oso o un lobo perfectamente conservado.
Éste decidió entregar a los investigadores la cabeza, que tenía el pelo y los colmillos intactos, para que determinasen qué especie podría ser y de hace cuánto tiempo.
Tras el análisis se ha estimado que la cabeza pertenece a un lobo gigante de hace más de 40.000 años, según ha recogido 'The Siberian Times'.
La extremidad en cuestión mide 40 centímetros de largo, es decir, aproximadamente la mitad del cuerpo de un lobo actual.