Un enjambre de más de 150.000 abejas llevaba años acomodado entre los muros de una residencia de monjas de Granada sin que ellas lo supieran.
Fue la madre superiora la que un día se percató de que al edificio llegaban muchas abejas y buscó por dónde entraban y salían los insectos. Localizó un pequeño agujero, pero nunca se imaginó que detrás de sus paredes había una colmena inmensa.
Se pusieron en contacto con un rescatador de abejas, que les explicó que al no tener un sitio en el campo donde poder hacer su colmena en un tronco hueco, las abejas van a las ciudades, a las cámaras de aire de las viviendas donde tienen fácil construir su vida.
El trabajo de este experto ha sido el de hacer una "mudanza" con los insectos. Lo primero que hace es aspirar a las abejas, limpiar el panal, y as lleva directas a unos cubos donde están a salvo.
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Después extrae los paneles y los coloca en la que será su futura colmena, para que todas puedan ser trasladadas al campo. Así, las hermanas podrán de nuevo salir al patio con total tranquilidad.
Con algún 'pero'
La Justicia ratifica que llamar "gilipollas" a un jefe no es motivo de despido
Así lo ha ratificado el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM). Eso sí, enfatiza que el insulto debe ser "concreto y aislado" en un contexto determinado, como el caso de un empleado al que le pidieron que se quedara a una reunión al terminar su turno.