En la balsa comienzan los nervios; es difícil actuar cuando hay alguien apuntando con un arma: "Han dicho que en tres minutos nos matan". Piden al capitán del navío principal que agilice las llamadas.
Los teléfonos se descuelgan con vertiginosa velocidad, el capital pide ayuda a todo el mundo en dos horas y media de agonía. Agonía también para los migrantes, que llegan del mismo infierno.
Al final, alguien les escucha, la patrulla libia se va y ellos consiguen llegar al puerto. Pero en Pozzallo, en Sicilia, les espera otra sorpresa; el barco queda bloqueado y ellos acusados de asociación criminal. Pero durará poco.
"Si Italia ordena el rescate y autoriza la entrada a puerto, ¿cuál es el posible delito?", pregunta Jaime Rodrigo, abogado especializado en derecho marítimo.
Desde la ONG Proactiva Open Arms, tienen claro que siempre han cumplido el protocolo: que pidieron y les dieron los permisos pertinentes.
Acusan directamente a Italia de estar detrás de los guardacostas libios. Óscar Camps, director de Proactiva Open Arms, ha dicho que "además de darles dinero, patrulleras y formación, les hace de coordinación con un barco militar casualmente atracado en Trípoli".
Muchas preguntas para las que ahora la ONG Open Arms, mientras espera en puerto, también exige respuestas.