Los familiares y allegados de David Carragal recuerdan estos días al joven, asesinado durante las fiestas del barrio de La Florida, en Oviedo, con muestras de cariño y homenaje. Su prima Cristina ha querido enviar una carta, recogida por 'La Nueva España', en la que recuerda a su primo como un chico "cariñoso, alegre, positivo, responsable".

Asimismo, en su misiva ha pedido justicia para David, y ha agradecido el apoyo recibido, en nombre de la familia. Puedes leer aquí el contenido de la carta:

No tengo palabras.

Es lo que más he escuchado a lo largo de esta semana de pesadilla, pero pensamientos y sentimientos, sí que tengo. Ya que es una noticia a nivel nacional, no quiero que David se vaya sin que todo el mundo sepa que era un chico formidable que sabía respetar y escuchar la opinión de sus padres, valores que parece estar perdiendo esta sociedad que estamos creando.

Era un joven que desde sus inicios supo compaginar estudios y trabajo, con muchas inquietudes, no se le ponía nada por delante, siempre adelante con sus sueños e ilusiones "que le han quitado".

David era cariñoso, alegre, positivo, responsable, deportista, sabía estar en todo momento a la altura de las circunstancias, por todo ello siempre permanecerá en nuestros corazones.

Crees que este tipo de pesadilla nunca va a tocar en tu familia, ¿y si el próximo es uno de vosotros?

Me gustaría lanzar una reflexión dirigida a las personas que aprueban las leyes, opino que es el momento de revisarlas, no podemos permitir que algunos miembros de la sociedad traten la vida como si de un videojuego se tratara en el que los asesinos no tienen castigos. La familia, los amigos y el resto de la población pedimos justicia.

La familia desea agradecer a todas aquellas personas que estuvieron a nuestro lado el apoyo y el respeto que nos han demostrado. Muchas gracias.

David permanecerá siempre en nuestra memoria.

Por su parte, el primo de la madre de David, José Antonio Garay, también envió una emotiva carta al citado medio, dirigida a su sobrino:

Querido David:

Son las seis de la mañana. No puedo dormir, me lo impide la emoción del sentido silencio del martes en la plaza de Cudillero y del sonoro aplauso de ayer en la Iglesia de San Pedro. Tenía ganas de hablarte y por eso me he levantado para escribirte esta carta, porque quería decirte lo orgulloso que me siento de ser pixueto, de ser Garay, de ser profesor. Y eso porque estos días te he tenido muy presente y me ha llegado tu presencia tan profundamente como el silencio de la plaza, y tan sonoro como los aplausos de la Iglesia.

Los pixuetos nos forjamos en la unión solidaria de una profesión tan dura como es la pesca, con la que se ganaron la vida tanto mi padre, Tonio el de la Fina, como tu abuelo, Amador el del Planeta Marte, ambos hermanos. Las largas horas en los caladeros del Calafrio o La Maruca, rodeados de mar, esperando que las varas se inclinaran, daban tiempo a fomentar la conversación, a compartir experiencias y a desear llegar a puerto con una buena marea para ver a los seres queridos que esperaban sentados sobre los carros del muelle. Esas experiencias y deseos compartidos forjan un carácter, una forma de ser y de sentir, muy especial, que caracteriza a los pixuetos. A esa comunidad hoy me siento más unido porque supo demostrarte su apoyo y cariño.

Los Garay, apellido de origen vasco, tenemos afán de tratar de conseguir con ahínco las cosas que nos proponemos, de ser luchadores y de buscar mejorar, valores que por cierto son tan propios de los deportes como la natación, que ya era gran afición de tu abuelo (una vez salvó a un pixueto de morir ahogado gracias a esa habilidad) y que tú convertiste, fruto de tu trabajo de perfeccionamiento, en actividad profesional como socorrista y monitor. Dondequiera sólo se oyen buenas palabras de ti, David, en entornos y lugares muy diversos en que tú estuviste presente (como tus profesores que te definen como "el alumno que todo profesor desearía tener"), y estoy seguro de que esas buenas palabras también suenan en inglés (allí en Bahamas, en Londres o en los Estados Unidos, donde estuviste trabajando como monitor). Detrás de ello hay unos valores que son el fruto de una educación, cuyos primeros y principales responsables son tus padres, Consuelo y José, como hoy recalcó nuestro párroco D. José en su magnífica homilía. Así que me siento más orgulloso de llevar este apellido (como estoy seguro de que lo estarán los Carragal, la otra parte de tu familia) gracias a ti, David.

También comparto contigo ser un profesor vocacional, porque no me cabe duda de que tú lo eras. Así lo atestigua el precioso vídeo que sin pretenderlo nos dejaste como resumen de tu vida, donde te despides de tus alumnos y ellos de ti, o el mimo y cariño con que tratabas a una enferma de cáncer a quien ayudabas en la rehabilitación como monitor en las piscinas de Piedras Blancas. Además, tenías paciencia con los niños empezando por tu sobrino Sergio, al que tan bien sabías complacer. Desgraciadamente, las nuevas generaciones no podrán recoger ese fruto que tú atesorabas, con lo necesario que son profesores así, en un mundo tan volcado a las tecnologías y tan poco sensible al contacto humano, pero sí queda tu semilla que seguro germinará.

Así que no podía dormir, pero ahora que te he escrito ya me vuelvo a la cama. Ya te he hablado, y ahora que te he hablado ya podré dormir. Y quizá soñar con un mundo donde haya más comunicación cara a cara, más solidaridad, más empatía de los unos con los otros; con un mundo donde los valores cuenten más que las fotos, con una justicia que ponga a cada uno donde se merece.

Querido David, es un orgullo ser pixueto, ser Garay y ser profesor. Hoy más que ayer. Gracias a ti, David.