El túnel vertical torcido es sólo el último problema de una larga carrera de obstáculos para intentar llegar hasta Julen. Los primeros en actuar en el momento en el que comenzó todo fueron los bomberos, que hicieron descender un móvil con cámara y una linterna para intentar localizar al pequeño.

Después introdujeron un robot, pero se topó con un tapón de tierra sin haber encontrado ni rastro de Julen. La opción más rápida que se barajó en un primer momento fue extraer esa tierra, probando diferentes sistemas como cazos, piquetas y succión de tierra, pero el tapón resultó ser insalvable porque la tierra era demasiado dura y se avanzaba muy lento.

El martes, 50 horas después del accidente, se decide construir dos túneles que conecten con el pozo. El primero era horizontal, aprovechando la ladera de la montaña; el segundo, un túnel en paralelo. En un principio se apuesta por el horizontal, pero el terreno es inestable y provoca continuos desprendimientos y movimientos de tierra hasta que se ven obligados a descartar esta opción.

La estrategia pasa entonces por crear dos paralelos, uno a cada lado del niño, pero de nuevo la orografía lo impide y los trabajos se centran en sólo una de las galerías. Para ello deben antes rebajar la montaña 30 metros y para ello las máquinas retiran miles de metros cúbicos de tierra provocando que el paisaje del dolmen del Cerro de la Corona se transforme por completo.

Pero de nuevo surge otro contratiempo. La perforadora choca con una zona de piedra dura que vuelve a ralentizar los trabajos y hace que tarden tres largos días en terminarlo. El rescate sigue en marcha.