Grisaleña, un pequeño pueblo de Burgos, tiene mucho olfato para la seguridad. Sus 35 vecinos ya son mayores y no quieren sustos.

"La mayoría gente mayor nos podemos despistar", comenta una vecina de la localidad, mientras que otra reconoce que "cuando se pierde una persona se pasa muy mal".

Por eso el Ayuntamiento ha ideado una iniciativa pionera: crear un banco de olores para, en caso de que alguno de sus vecinos se extravíe, usar perros que puedan rastrear su olor. El 90% de los vecinos ya ha participado.

Estas muestras duran como mucho dos años. Después de ese tiempo, hay que recoger otra nueva. Además, cualquier cambio en el individuo es crucial, incluso las variaciones en la alimentación.

Por ejemplo, tal y como explica el alcalde Aitor Goikoetxea, "si una persona comía proteína de origen animal, pero se pasa a ser vegano y cambia su proteína a vegetal, debería cambiar también su muestra de olor".

Porque los perros adiestrados captan cualquier cambio. Para ellos empieza como un juego: "Asociando una sustancia a su premio. La recogida de muestras que es el paso más importante, nos estamos apoyando en bastantes químicos que sean expertos en odología para preservar los olores", indica Raúl Andrés López, instructor canino.

El juego deja paso a un trabajo muy serio en el que el premio puede estar en cualquier lugar. Por eso, los recipientes donde se guarda la muestra con el olor cambian de tamaño y de material para ajustar el entrenamiento a la realidad. Cuando lo encuentran, no hay dudas.

Son rastreadores expertos y gracias al banco de olores tendrán pista clara para encontrar al que haya desaparecido.