Entrar en el hospital de Cantoblanco es como pasear por la historia. Los que trabajaron y vivieron aquí, como Juana, todavía recuerdan lo peligrosa que era la tuberculosis. "Aquí tenías que tener mucho cuidado porque incluso los médicos cuando veían a los críos jugando por aquí, nos echaban al pinar", ha contado Juana, la exadministradora del hospital de Cantoblanco.
Le llamaban la peste blanca y para combatirla a principios del siglo XX se abrieron por toda España sanatorios como el de Cantoblanco, en Madrid.
"Todos se construyeron pensando en lo mismo: reposo, clima seco, comida y calcio", ha explicado el neumólogo José Antonio Caminero Luna.
Con el paso del tiempo se ha demostrado que aquel tratamiento no curaba. Lo que sí lo hizo fue el avance de la medicina. "Aproximadamente a mediados del siglo pasado, empezaron a parecer los antibióticos que curaron la tuberculosis", ha asegurado José Luís Vidal Perez, neumólogo del hospital de Cantoblanco.
Ahora el hospital de Cantoblanco ha pasado del blanco y negro al color. Sus terrazas están vacías, aunque sigue siendo un centro de referencia contra la tuberculosis. Ahora se aísla a los enfermos.
"Son espacios cerrados en los cuales, a través de un mecanismo se cambia el aire seis veces en una hora", ha asegurado José Luís Vidal.
Ya la tuberculosis apenas supone un peligro, pero Cantoblanco no descansa para que muchas de las enfermedades que ahora más tememos, dentro de otros cien años, ya no nos den miedo.