Mauro Morandi quería llegar a la Polinesia en barco, pero las corrientes le condujeron a Spiaggia Rosa, la playa más hermosa de Budelli. Encontró allí su Polinesia particular.
Por entonces la isla estaba en manos de una compañía privada que contrató al náufrago como guardián de la isla. Era el rey en su pequeño país imaginado, durante el día los turistas llegaban a Budelli, pero por las noches dormía arropado por la soledad.
En 1991 la playa rosa pasó a ser considerada de alto valor natural, y como consecuencia el turismo de redujo. Él pasaba su tiempo realizando esculturas con los despojos que el mar traía a las playas. El gran cambió llegó en 2011 cuando la isla fue asumida por el gobierno. Entonces llegó el temor ante una inminente expulsión. Change.org, ha iniciado una campaña de apoyo que ya lleva más de 18. 000 firmas.
Pero el miedo a ser expulsado no fue lo único que llegó. La tecnología irrumpió en la vida de este Robinson Crusoe con la instalación de un router inalámbrico para los turistas. Ahora su objetivo es fotografiar la belleza que le rodea y compartirlo con el resto del mundo. Por eso quiere seguir ahí, en un lugar que a sus ojos contiene más vida que las propias ciudades.
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