Llegaban a ser apaleados por desconocidos en la calle sin mediar ninguna provocación, sólo por vestir de una determinada manera o lucir simplemente un pendiente o una camisa rosa, tal y como relatan.

Por si fuera poco, Sergii y Giorgi no podían acudir a las autoridades policiales porque ni siquiera les tramitaban la denuncia y los agentes solo les recomendaban seguir con sus vidas tratando de no "provocar" a los agresores.

Ni siquiera sentían respaldo en sus propias familias, que les daban la espalda y se avergonzaban de su orientación sexual. De hecho, ninguno de los dos mantiene contacto con sus familiares después de más de un año en España.

Cabe destacar que Sergii y Giorgi son nombres ficticios que ambos han proporcionado para evitar ser reconocidos en sus respectivos países, temerosos de que sus expedientes de asilo no se resuelvan favorablemente en España y se vean obligados a regresar.

Ambos han contado su historia con la intermediación de un traductor de origen georgiano que colabora voluntariamente con ambas entidades y que ha podido realizar en España su transición de género.

Giorgi recuerda que abandonó su país de origen hace un año y medio debido a que la sociedad georgiana no acepta a las personas homosexuales. "Allí, si eres homosexual, no existes", según este solicitante de asilo, quien lamenta que sus compatriotas "no te dejan vivir" a no ser que "aceptes la 'heteronormatividad'".

"Incluso, da igual la orientación sexual: te castigan si llevas una vestimenta un poco diferente, y si se te nota algo de pluma es peor, tanto en la familia como en el trabajo", critica Giorgi.

Así, la sociedad "cree que tiene derecho a insultarte todo el día, a pegarte donde y cuando quieran, y a no pagar tu sueldo aunque hayas trabajado".

"Pueden matarte directamente por no vestir como ellos, si eres un hombre afeminado o una mujer un poco masculina", según Giorgi, quien señala que en su país "prevalece la religión cristiana, pero de corte fundamentalista".

Además, la sociedad georgiana piensa que la orientación sexual es una "decisión" que convierte a los gays en "pervertidos" y les hace merecedores de un castigo.

Ha señalado que nadie es culpable por pegar a un homosexual en Georgia aunque hay leyes antidiscriminación, pero no son efectivas. Así, si un homosexual acude a la Policía o a los juzgados, "siempre sale como culpable" y "nunca le toman en serio".

Sergii, por su parte, es natural de Ucrania, país en el que la sociedad es también "muy homófoba" y sufren la persecución de las autoridades. Sergii sufrió el rechazo de su familia desde que supieron que era gay, le echaron de su trabajo y tuvo que cambiar de casa varias veces, sufriendo palizas constantes de gente que ni siquiera le conocía simplemente por vestir o peinarse de forma "un poco diferente".

Además, Ucrania es un país en guerra y Sergii recibió una citación por la que estaba obligado a ingresar en el ejército, algo que para él hubiera supuesto "un suicidio, porque allí pueden matarte directamente".

Este escenario ha estimulado la proliferación de organizaciones nacionalistas que son "casi nazis", para las que "no existen gays ucranianos", debido a que les ven "como pervertidos y como una moda que entra desde occidente".

La Policía en su país no admite denuncias por delito de odio y, a lo sumo, las tramitan como una pelea o un robo para que no computen en la estadística oficial y así evitar sanciones de Europa.

"Los agentes te dicen directamente que te quedes en tu casa, que no te pongas una determinada ropa o que no destaques para no ser golpeado", según Sergii, quien se sentía perseguido y no le quedaba otra opción que dejar el país. Sus propios padres le consideran un "enfermo".

Sergii relata que en España ha encontrado las condiciones para sentirse un "miembro más" de la sociedad. "Todo el mundo me ayuda, no me miran con odio y me siento muy bien", reconoce este solicitante, quien tiene la carrera de ingeniero en su país y su intención es homologarla para encontrar un trabajo y "cumplir en España los sueños que tenía en Ucrania".