9:00 horas de la mañana. Suena el despertador. Para Víctor, cualquier otro día sería un suplicio, pero hoy es diferente: no le espera el trabajo, sino un 'planazo' de verano. Sus amigos —los que han sobrevivido al zumbido del móvil— siguen el mismo ritual. Fuera hace calor. Mucho calor.
El joven, de 30 años, arranca la mañana con un buen desayuno, como mandan los cánones. Unos cereales, un café, un yogurt y una pieza de fruta. Escucha el tintineo de la caja: sí, se han terminado los 'crispis'. Recoge la mesa y tira lo que ha utilizado: la caja de los cereales, al montón de papel y cartón reservado para llevar al contenedor azul; la monda de la fruta, al pequeño cubo de restos orgánicos, y el envase del yogurt, a la bolsa de latas, briks y envases de plástico, para llevar al contenedor amarillo, que ya está llena.
Ya son las 10:00. Sale de casa, aunque vuelve sobre sus pasos. "La crema solar", recuerda. Apenas quedan unas pocas gotas. En la esquina hay un contenedor amarillo donde tirarla, pero se le presenta la duda: no es un bote de plástico, es de aluminio. "¿Qué hago con él?", piensa. Hay que depositarlo en el mismo lugar, el contenedor amarillo.
Media hora después, la playa ya está llena, pero su amigo Borja ha conseguido un hueco. ¿Y esa sombrilla? La tiene desde hace tantos años que ni se sostiene y, de bienvenida, una varilla casi le saca un ojo. ¡Toca tirarla! La idea no le entusiasma, pero hasta la tela está rasgada.
- "La llevo ahora a esa papelera", dice a regañadientes Borja.
- "¿Cómo? No, no. La guardamos para llevarla al punto limpio".
Borja reniega, pero cumple.
Los cinco compañeros que se han reunido, antiguos amigos del instituto, aprovechan el día. Baño, unas palas, unos refrescos y comida. Víctor saca de la nevera portátil de su amigo Luis un brik de gazpacho, aún con el sudor en la frente. Le sabe a gloria.
Sus amigos han reservado una bolsa para cada cosa. Al lado de la silla, está la de los envases. Víctor tira ahí el brik para posteriormente llevarlo al contenedor amarillo. Después, entre todos, engullen una caja de helados. De nuevo, siguen el proceso: los plásticos envolventes, al amarillo, donde también tiran las latas de las bebidas. La caja, al azul, el de papel y cartón. Borja aprovecha y se cambia la mascarilla higiénica, ya que han pasado más de 4 horas desde que se la puso. La tira a la bolsa de los restos.
El sol empieza a picar en exceso. Parece increíble, pero ya son las 15:00. Un último baño antes de retirarse. ¡Cuidado! Una chancla flotando en el mar. Víctor la coge, sale con ella del agua y la guarda junto a su basura, para tirarla al contenedor gris, al de resto.
También, antes de abandonar definitivamente la arena de la playa, los jóvenes se topan con varias colillas en el suelo. No son suyas, pero las recogen para echar en la papelera o en el contenedor del resto. En solo unos metros de trayecto, han sido conscientes del problema de la contaminación de la 'basuraleza'.
Víctor, tras limpiarse la arena restante de los pies, le da un último abrazo en la distancia a sus amigos. A saber cuándo vuelven a quedar, es un grupo ocupado. Levanta la vista y ve pasar el autobús, suelta un adiós rápido y se marcha. Sentado en el asiento, pone la mente en blanco. "Por hoy ya está bien", concluye en su cabeza.
Trasladar el reciclaje a casa, también a la de verano
No solo es importante saber cómo reciclar cuando hacemos estos planes —en el relato de Víctor se ha hablado de la playa, pero estos hábitos son extensibles a la montaña, al campo o a cualquier otra excursión al aire libre—. También hay que saber cómo actuar en nuestro hogar, hasta aquel que utilizamos solo en verano.
Este es el ejemplo de José Vicente, padre de dos hijos (entre ellos Víctor), y experto doméstico en todo lo que tiene que ver con el reciclaje y el hogar. Aun así, como cuenta a laSexta.com, no está solo en la tarea: le ayudan su familia y un cartel pegado en la nevera. En él, se ve dónde tirar cada cosa.
"En esta casa reciclamos desde hace mucho tiempo porque somos conscientes de lo importante que es", indica. La idea del cartel fue de su hijo mayor, según cuenta, añadiendo que "está especialmente concienciado con el cuidado del medio ambiente".
"Es importante no tirar todo por tirar", cuenta el joven a laSexta, que incide en intentar reutilizar los objetos todo lo posible. Por ejemplo, las botellas de agua. Sin ir más lejos, una de ellas se ha convertido en un útil estuche. "Nunca está de más para los bolis", explica, aunque en el momento que sea inservible, irá al contenedor amarillo, para que le den una nueva vida, en forma de botella o quizás, quien sabe, se convierta en mobiliario urbano.
José Vicente y Víctor son de esas personas que están comprometidas con la causa, tanto en casa como fuera. De ahí que, cuando les preguntamos sobre el término 'basuraleza', saben a qué nos referimos.
Ambos recogen siempre los residuos con los que se topan por la calle. Bien sea en su trayecto al trabajo, o simplemente cuando salen a dar un paseo, como le gusta hacer a José Vicente. La clave, en resumen, está en ser conscientes de que la responsabilidad recae en cada uno, siempre, hasta a la hora de tomarse un descanso: "En verano también habrá que reciclar, ¿no?", concluye el joven entre risas. Efectivamente, también hay que hacerlo.