Las tropas cristianas habían tomado la alcazaba de Alarcos y se encontraban realizando una nueva ciudad que iba a convertirse en la nueva capital del Reino castellano. Pero el ejército de Almanzor les pisaba los talones

"Era una ciudad de nueva planta que se fue al traste con el hecho histórico de la batalla de Alarcos", comenta Antonio de Juan, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Castilla-La Mancha.

Era el 18 de julio de 1195. Los almohades se encontraban en lo que hoy es la localidad de Poblete y el rey Alfonso VIII tomó la desacertada decisión de presentar batalla contra ellos.

Los andalusíes prefirieron esperarse un día para atacar y, mientras, el ejército castellano sufría los efectos de un calor abrasador.

"Iban con él las órdenes militares: la de Santiago, la de Évora o la de Calatrava", señala De Juan. Era un número insuficiente de soldados. Por eso Alfonso VIII esperaba el apoyo de las tropas leonesas, pero la impaciencia acabó siendo su perdición.

Los almohades ganaron la batalla, tomaron Alarcos y la conquista cristiana se retrasó unos 17 años. Pero ahora tocaba hacer limpieza. "Había que coger los restos de los combatientes y echarlos a la fosa de los despojos", explica el profesor.

Es en esa fosa donde se han encontrado armaduras, flechas y esqueletos. Ahora, el Ayuntamiento de Poblete propone viajar a ese momento y visitar la zona. "Se incorporan recursos digitales al mismo paisaje", cuenta Luis Albert Lara, alcalde de Poblete. El objetivo: revivir una ciudad que se quedó en una promesa.