Alfred, Ransom y Andrew por fin han tenido justicia tras ser condenados por un crimen que jamás cometieron. A las puertas de la cárcel en la que han pasado 36 años injustamente, han podido darse los abrazos de la libertad que les reúnen con sus familias.

"Es la primera vez que puedo abrazar a mi hijo en veintitantos años. Es maravilloso", ha relatado Mary Steward, la madre de Andrew, uno de ellos.

Los tres hombres fueron acusados de asesinar a un adolescente en un instituto de Baltimore en 1983. La Fiscalía puso su mira únicamente en ellos y fueron condeandos a cadena perpetua. Entonces, aseguraban que los jóvenes trataron de robarle la chaqueta y, cuando el chico se resistió, le dispararon.

Pero a principios de este año se comenzó a revisar el caso porque, según ha explicado el fiscal del distrito, "hubo llamadas anónimas que identificaban al atacante": "Lo vieron huir de la escena y deshacerse del arma".

Se ha demostrado que la condena se basó en testimonios falsos y que se ocultaron las declaraciones de testigos y las pruebas que los exculpaban. Ahora lucharan por una compensación económica, aunque sea imposible calcular el daño y poner precio a la vida de unos hombres a quienes arrebataron la libertad.