Bruno y Unai tienen 13 y 14 años. Junto a la ONG 'Save the Children', han viajado hasta Senegal, el lugar del que Omar huyó en busca de una vida mejor cuando sólo tenía 17 años. "Esa es la playa donde hace 12 años salimos rumbo a España cogiendo una patera como esta para llegar a costas europeas", explica el joven migrante.
El padre de Omar pagó 500 euros para que su hijo pudiera irse. "Pasé noches enteras sin dormir, llorando y pidiendo por su regreso. Yo prefería tenerle en Senegal para poder verle", relata Kine Sarr, madre de Omar. La odisea duró siete días. Durante la travesía, debido al oleaje la patera se rompió.
"Iba entrando agua y a la vez nosotros la íbamos sacando con cubos. Lo único que queríamos en ese momento era volver a ver la tierra, sea donde sea", recuerda el senegalés. Al llegar a España, nadie comprobó si Omar era menor de edad. Le trataron como a un adulto y pasó cinco semanas en un centro de internamiento de extranjeros.
Cómo él, son muchos los que llegan a nuestro país cada año: "En lo que ya llevamos de 2018 han llegado unos 3.000 niños, niños y adolescentes sin el acompañamiento de un adulto", detallan desde 'Save The Children'. Durante cuatros días, Bruno y Unai han conocido la realidad del país y han descubierto por qué miles de menores son capaces de jugarse la vida cruzando el mar en una patera.
"Si me pongo en su lugar yo probablemente me iría también, y en estos días he podido entender cómo gente como Omar y otros chavales de su pueblo realmente tienen ganas de marchar en patera", asegura Unai, uno de los adolescentes que ha viajado a Senegal. Omar se jugó la vida y lo puede contar. Pero en lo que va de año, sólo en el Mediterráneo, más 1.500 migrantes han perdido la vida intentado cruzar el mar.
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