Ola de calor
Cuando el calor nos 'fríe' el cerebro: así afectan las altas temperaturas a nuestro hipotálamo (y cómo evitarlo)
Las consecuencias El calor extremo hace que el hipotálamo se desestabilice. Como resultado podemos sufrir síntomas como exceso de sueño, falta de apetito, apatía y mal humor.

Resumen IA supervisado
El calor extremo puede desestabilizar el hipotálamo, una parte crucial del cerebro, afectando su capacidad para regular funciones como la temperatura corporal, el hambre y el estado de ánimo. Según el doctor Carlos Tejero de la Sociedad Española de Neurología, esto provoca ralentización cerebral, exceso de sueño y falta de precisión en los movimientos. El cuerpo, en un intento por enfriarse, entra en modo ahorro, causando falta de apetito, apatía y mal humor. Ancianos, niños y personas con enfermedades del sistema nervioso, como demencia o Parkinson, son especialmente vulnerables. Para evitar estos efectos, es esencial evitar el sol, hidratarse adecuadamente y refrescarse.
* Resumen supervisado por periodistas.
Sentir que se nos achicharra el cerebro no es solo una sensación, sino los efectos de una sobrecarga de la temperatura corporal. El doctor Carlos Tejero, miembro de la Sociedad Española de Neurología, explica que, como consecuencia, "nos aparece un exceso de sueño, la actividad de nuestro cerebro se ralentiza, nos cuesta pensar" y "los movimientos no son tan rápidos ni tan precisos".
Esto es porque el hipotálamo, una pequeña pero vital parte del cerebro, se desestabiliza por el calor extremo, que provoca que "ese sistema no acabe de funcionar perfectamente". Y se trata del centro de control que regula, entre otras funciones importantes, el hambre, la sed, el estado de ánimo y la temperatura corporal.
Ante esta situación, nuestro cuerpo se pone en modo ahorro, concentrando toda su energía en enfriarse. Falta de apetito, apatía y mal humor son algunos de los efectos, aunque no afecta a todos por igual.
Además, hay personas más vulnerables: ancianos y niños son más sensibles y hay que prestar especial atención a quienes padecen enfermedades del sistema nervioso. Las personas con demencia y Parkinson, ilustra el doctor Tejero, "son especialmente sensibles a la deshidratación y empeoran sus síntomas".
Evitar la exposición directa al sol, beber líquidos frescos y sumergirse en el agua pueden parecer precauciones obvias, pero son las claves para que nuestro cerebro siga en marcha y no se rinda al calor.