Hubert Caouissin asesinó a los cuatro miembros de la familia de su cuñado, el hermano de su mujer. Pascal, Brigitte, Sebastian y Charlote, de la familia Troadec, fueron asesinados en su casa de la localidad francesa de Nantes por una supuesta herencia secreta que jamás se ha encontrado.
Todo empezó un 23 febrero 2017, cuando un familiar denuncia la desaparición de la familia. En su casa aún estaba la lavadora puesta, los platos sin recoger, y había restos de sangre. Los indicios de una desaparición violenta obligaron a iniciar una investigación criminal.
El 3 marzo la Policía logró la primera pista: restos de ADN de Hubert Caouissin en la casa familiar. Sin embargo, el sospechoso declaró no tener relación con ellos desde hace años. Solo pasaron tres días hasta que confesó su crimen. Caouissin se habría colado de noche en la casa para buscar un supuesto tesoro familiar con origen en la segunda guerra mundial: oro que el Banco de Francia quiso ocultar a los nazis evacuándolo a países amigos.
Entre los bombardeos alemanes, Francia perdió parte de su reserva. Lingotes que, años después, presuntamente habrían acabado en manos del abuelo de la familia y que, según los delirios del asesino confeso, los Trodec se negaban a compartir con el resto de los miembros.
Ese fue el motivo que llevó a Hubert Caouissin a acabar con sus vidas a palazos. Después trasladó sus cuerpos descuartizados desde la casa hasta una lejana finca de la región de Brest. Habían pasado dos semanas cuando la Policía encontró allí los restos de los cadáveres.
Cuatro años después, el juicio contra Hubert Caouissin y Lydie Troadec ha comenzado en Francia. Herencias, envidias, disputas familiares por un oro que parece jamás existió, pero por el que Hubert Caouissin se enfrenta a cadena perpetua.
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