Ricardo lleva más de 20 años siendo trabajador humanitario. Ha colaborado en varias crisis, como Afganistán o Haití. Ahora está en Palestina. Allí, Médicos del Mundo trata de garantizar a toda la población el acceso a la salud, pero se encuentran con muchas trabas en el camino.
"Hay limitaciones en cuanto a la distribución y el paso de medicamentos. Y en cuanto a la posibilidad de salida de personas que necesitan tratamiento fuera de la franja de Gaza", ha afirmado.
Pablo también es cooperante. Trabaja con el Programa Mundial de Alimentos en Yemen, un país totalmente devastado por la guerra y el hambre. Necesitan la ayuda humanitaria para sobrevivir , pero proporcionársela es muy complicado. "El acceso es enormemente difícil. Todo movimiento ha de confirmarse con ambas partes en conflicto", ha declarado.
A pesar de todas las dificultades, ha dicho que su trabajo es reconfortante. En este sentido, Pablo ha contado que "el logro es ver a esa persona a la que pudiste ayudar, a ese niño que pudiste llevar al hospital o a la familia a la que pudiste dar comida".
Inés se hizo trabajadora humanitaria para ayudar a los más pequeños. Ahora lo hace en la República Democrática del Congo, donde más de seis millones de niños padecen malnutrición crónica. "Lo más difícil en un país tan complejo y con tantas problemáticas es intentar elegir o ver donde hay más necesidades", ha afirmado.
Y para atenderlas, arriesgan su vida. Más de 300 trabajadores humanitarios fueron víctimas de distintos actos de violencia en 2017. Por este motivo, este domingo, en el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, la ONU recuerda que ellos no son el objetivo.
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