El peligro de una intoxicación alimentaria existe todo el año, pero en verano se multiplica. Las altas temperaturas y la humedad conforman las condiciones favoritas de las bacterias como Salmonela, E.Coli, Listeria o Campylobacter.

Sea cual sea el culpable, los síntomas de una intoxicación alimentaria son los mismos: retortijones, fiebre, diarrea, sudores fríos, náuseas... En el peor de los casos, hasta la muerte. Además, una vez comenzamos a sufrir estos síntomas ya es demasiado tarde.

Por eso, la farmacéutica Gemma del Caño advierte de que "las intoxicaciones alimentarias hay que prevenirlas". Además, añade "el problema serio está en los grupos de riesgo: mujeres embarazadas, niños, ancianos...". Esos mismos patógenos causan mayores estragos en la salud de estos grupos, que pueden llegar a contraer meningitis o incluso sufrir abortos no deseados.

¿Cómo podemos prevenir intoxicarnos en verano? Lo más importante para del Caño es "ser conscientes del tipo de alimentos" que preparamos y consumimos. Y es que hay ciertos productos críticos que requieren más precaución que otros:

  • Los derivados del huevo crudo, como la tortilla de patatas poco cuajada o la mayonesa.
  • La fruta cortada.
  • El pescado, aunque sea frito.
  • La carne poco hecha.
  • Los cubos de hielo que utilizamos para enfriar la neverita.
  • Los productos listos para el consumo, como los sándwiches.

Si queremos curarnos en salud, lo más seguro es evitar estos productos durante el verano. Pero a ver quién le dice a la abuela que no puede llevar su melón a la playa.

Para minimizar el riesgo y no renunciar a nuestras comidas favoritas existen una serie de medidas que del Caño considera fundamentales. Primero, que los productos que vayamos a consumir, tanto en casa como en la playa, "estén pasteurizados, bien cocinados y que mantengamos la cadena de frío" de los productos refrigerados.

Y en el caso de los derivados del huevo crudo, vehículo predilecto de la salmonela, debemos tener especial cuidado. Tanto es así que la Comunidad de Madrid ha publicado una serie de recomendaciones:

  • Comprobar que las cáscaras de los huevos estén intactas.
  • Refrigerar los huevos y nunca lavarlos antes de meterlos a la nevera o cocinarlos.
  • No cascar la cáscara sobre el mismo recipiente en el que lo vamos a preparar ni usarla para separar las yemas.

Y atención a los partidarios de la tortilla correosa: en verano es mejor cuajar bien el huevo. Para los que esto sea un sacrilegio, lo recomendable es utilizar huevos pasteurizados.

Además, debemos evitar servir la tortilla en el plato que usamos para darle la vuelta y es mejor consumirla lo antes posible. Sí puede aguantar dos días en la nevera, pero pasado ese periodo habrá que deshacerse de los restos. Lo mismo se aplica a la mayonesa casera o a los postres no horneados.

La fruta cortada es otro gran favorito en los meses de calor. Pero sin su cáscara se convierte en una superficie ideal para las bacterias. No es lo más cómo, pero correremos menos riesgo si la llevamos entera en la neverita. Y eso de mantener la nevera fría con hielo, mejor olvidarlo. Los cubitos se derriten y el agüilla puede contaminar el resto de alimentos. La alternativa son las placas de gel frío, que enfrían tanto como el hielo.

En todos los casos, nunca está de mal recordarlo, la buena práctica en seguridad alimentaria empieza por la higiene: siempre debemos lavarnos las manos antes y después de tocar cada ingrediente y debemos usar utensilios limpios.