El pequeño James Bulger estaba con su madre en un centro comercial de Liverpool cuando de repente ella bajó la vista y el niño, de dos años, ya no estaba. Las cámaras de seguridad lo captaron de la mano de dos niños de 10 años, que le sometieron a una brutal tortura antes de asesinarlo.
Robert Thompson y Jon Venables le obligaron a caminar durante cuatro kilómetros en los que comenzaron los golpes, hasta que llegaron a las vías del tren y allí continuó la tortura: le tiraron pintura, saltaron sobre él e incluso dejaron caer una barra metálica de 10 kilos provocándole fracturas en el cráneo. Después, camuflaron su cuerpo en las vías para que el tren lo atropellara y acabaron así con la vida del niño.
Sus asesinos, a pesar de ser menores de edad, fueron juzgados como adultos por la crueldad de sus actos. Sin embargo, no era la primera vez que cometían atrocidades y sus vecinos les habían visto torturando a animales. "Cuando estos chicos se juntan, son capaces de actuar con un alto grado de maldad", reconocía entonces Albert Kirby, detective de la Policía de Merseyside.
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Pasaron ocho años en prisión por secuestro, tortura y asesinato y Venables volvió a la cárcel años después por tenencia de pornografía infantil. Ya han pasado 30 años de aquel crimen, que conmocionó a la sociedad dentro y fuera de Reino Unido, y siguen siendo los convictos más jóvenes de la historia moderna de Inglaterra.