Un equipo dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica hace frente a la problemática de los pozos ilegales que roban agua de Doñana y contribuyen a secar el parque natural. Desde 2018 han cerrado un total de 1.129 pozos: detectan los que son ilegales y los sellan con excavadoras, que rellenan con tierra.

"Es algo que hacemos de manera norma, llevamos años trabajando en el cierre de pozos de manera regular en Doñana. A la vez que cerramos pozos también estamos trabajando en regularizar los que son posibles", cuenta Alejandro Rodríguez, comisario de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. "Cuando empezamos a cerrar pozos había mucha oposición social", añade.

Pero para averiguar dónde están estos pinchazos ilegales de agua, primero hay un trabajo previo que se realiza en la oficina de planificación hidrológica. Con imágenes de satélite, el equipo monitoriza todas las zonas de cultivos en el entorno de Doñana, unas 5.000 hectáreas aproximadamente.

"Dos veces al año analizamos los invernaderos que hay y los cruzamos con un mapa de suelo autorizado o suelo no autorizado", explica Víctor Cifuentes, el Jefe de Planificación de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.

Utilizan dos colores para distinguir los regadíos ilegales de los legales. Los regadíos que están en la zona permitida están en color verde y los que están fuera de esa zona se indican en color rojo.

Según este equipo de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, las superficies ilegales marcadas en rojo representan un un 13% del total. Esto significa que hay alrededor de 650 hectáreas de invernaderos que roban agua a Doñana para regar sus cultivos.

El deterioro y la terrible sequía que sufre Doñana también está impactando en el hábitat de especies únicas como es el caso del lince ibérico.

Toñe Rivas, coordinador del Centro de Cría Lince El Acebuche, explica que este año cuentan con 14 cachorros, especialistas de una presa muy concreta que es el conejo. "Algunos de ellos se quedarán como futuros reproductores del programa de cría y el resto serán liberados en diferentes puntos de la Península Ibérica". Y asegura que "la desaparición y la pérdida de biodiversidad y de hábitat va a afectar principalmente a las especies como esta".

La falta de agua implica menos conejos y, por tanto, falta de alimento para una especie que lleva años en peligro de extinción.