Es William Willett, un reconocido constructor inglés, el culpable de nuestros desajustes de horarios.

A principios del S. XX, Willett propuso el atraso y adelanto horario en otoño y primavera, con este ajuste de agujas pretendía aprovechar mucho más la luz natural del sol, rememorando aquella idea inicial que tuvo en 1784 Benjamín Franklin preocupado por el ahorro de energía. Estas ideas no se tomaron muy enserio, pero sí que fueron la base para empezar a pensar en husos horarios a nivel mundial.

La primera vez que se aplicó a gran escala fue durante la I Guerra Mundial. En 1918, una vez finalizó el conflicto, volvió a dejarse un poco de lado y se reanudó su uso en 1973, a partir de la Crisis del Petróleo.

Como en el resto del continente, la razón del cambio de hora en nuestro país también viene de la mano del ahorro energético. Es más, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, el potencial de ahorro en iluminación en España por el cambio de hora puede llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación.

España es diferente

Nuestro huso horario no corresponde a nuestra posición con respecto al Meridiano de Greenwich. Nuestra hora realmente debería coincidir con la de Inglaterra, Portugal o Canarias, pero no es así.

No lo es porque en 1940, con Franco al frente del régimen de Gobierno, se decidió que debíamos tener el mismo horario que las grandes ciudades de Europa Central. Esto implica una hora de adelanto con respecto al sol en invierno y dos en verano, como promedio. La idea de cambiar la hora oficial de España no entra dentro de los asuntos más urgentes del Gobierno, pero sí figura en la agenda de las instituciones europeas.

¿Horario de verano o de invierno?

Hagamos un viaje al futuro. Imaginemos que ya estamos en el 2021 y que la Comisión Europea decide frenar los dos cambios de hora que venimos realizando los países de la UE desde hace años. ¿Qué preferimos? ¿Es mejor el horario de verano o el horario de invierno?

En el horario de invierno es el propio de Europa Central: corresponde a la hora del meridiano de Greenwich más una hora adicional. Si nos mantenemos en este horario debemos tener en cuenta que el sol sale una hora antes desde marzo hasta octubre, es decir, que cuando despertamos estamos cerca de nuestra hora solar natural y podríamos respetar nuestras horas de sueño y de alimentación a cambio de un anochecer más temprano.

En el horario de verano, nuestro horario estaría dos horas por encima de la hora correspondiente al meridiano de Greenwich. Esto implica lo contrario del caso anterior, tardes con más luz y mañanas en las que el sol se retrasa notablemente. Si aprovechamos las horas de luz de por la tarde, lo normal es que nos acostemos en horas más tardías y eso modificaría nuestro horario de sueño, como suele ocurrirnos actualmente en verano.

¿Por qué Europa sí y el resto del mundo no?

Seguramente todos nos hayamos preguntado alguna vez por qué mientras en Europa manipulamos hacia atrás y hacia delante las manecillas del reloj, el resto del mundo nunca cambia el horario o ya no lo hace desde hace bastante tiempo y sobreviven. Esto del cambio de horario entre verano e invierno es una moda europea.

Establecer un horario definitivo en Europa sería una buena opción para sincronizar las relaciones internacionales en un mundo cada vez más globalizado e interconectado. Esta es la razón por la que muchos colectivos de empresarios y consumidores, además de una gran parte de los europeos apoyen la propuesta de la Comisión Europea para poner fin al cambio horario en 2021.