Cuatro días después de la riada, en Sant Llorenç cuesta volver a la normalidad. Los más de 230 litros por metro cuadrado caídos en cuatro horas dejaron un paisaje desolador. El torrente de Ses Planes a su paso por el municipio arrasó con todo a su paso. Calles y casas anegadas, muebles arrastrados por la fuerza del agua y coches que navegaban como si fueran barcos de papel.
Las inundaciones en el nordeste de Mallorca han movilizado a cientos de voluntarios. Achicar agua, limpiar o ayudar a los servicios de emergencia ha sido su forma de no quedarse impasivos ante la dramática situación. Hasta Rafa Nadal ha ayudado como un vecino más a recuperar la normalidad en la zona.
Pero la tragedia no solo se ha vivido el municipio rodeado por las montañas, de camino a la playa los coches quedaban literalmente colgados de los guardarraíles. Las piedras y el lodo arrastrados por la riada han llegado incluso al mar. Las consecuencias de estas riadas tardarán años en olvidarse.
Una secuencia inolvidable
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