Poppy padecía restricción del crecimiento fetal, la sangre no le llegaba a los vasos. Ante el diagnóstico de los médicos del hospital Southmead de Bristol, la madre compró un conejo de peluche para que su bebé no estuviese sola en el ataúd.
A las 18 semanas, cuando Poppy estaba a punto de nacer, el personal del hospital sorprendió a los padres con la noticia de que la niña podría sobrevivir. "Poppy realmente es nuestro bebé milagroso y ella luchó y luchó y luchó contra todas las probabilidades. Lo ha conseguido. Nunca hemos renunciado a la esperanza, pero siempre nos preparamos para lo peor: que Poppy no sobreviviría", cuenta la madre según 'The Sun'.
El bebé estuvo tres semanas en una incubadora hasta que su madre la pudo coger en brazos. La madre agradeció al personal del hospital el trato recibido.