Rachael Knappier es una joven de Leicestershire, Reino Unido, que estuvo cerca de perder uno de sus labios tras dejarse inyectar bótox por una esteticista en una fiesta organizada en casa de una amiga.

La mujer, de 29 años, afirma que en ese momento "gritó de dolor" y que, más tarde, dejó de sentir sus labios. "Los tenía de un tamaño que nunca había visto", asegura Knappier.

Fue entonces cuando decidió ponerse en contacto con la esteticista que le había inyectado el bótox. Esta le dijo, en un principio, que se pusiera hielo y se tomase un antihistamínico. Sin embargo, al ver que sus labios seguían creciendo, la mujer le gritó, tal y como cuenta Knappier: "¡Vete a urgencias!".

Cuando acudió al hospital, los médicos le dijeron que no disolverían el relleno de sus labios, sino que solo revisarían que no estuviera en peligro inmediato.

Tras siete días en los que, según cuenta la mujer, no salió de casa y sufrió temblores y vómitos, decidió acudir a una clínica privada de Londres donde la doctora Natalie Boyd le explicó que lo que había sufrido era una oclusión vascular. Esto pudo deberse, según Boyd, a que el bótox fue inyectado "en una arteria o una vena o alrededor de estas".

"Me dejó traumatizada, no le deseo esto ni a mi peor enemigo", lamenta ahora Rachael, que ha iniciado una campaña para que este tipo de tratamientos solo puedan ser realizados por médicos, enfermeros o dentistas y en un entorno esterilizado.