Bea, matrícula par, lo que es enterarse sí que se había enterado, pero aún así ha querido jugar a la ruleta. "Pensaba que me iban a multar, que me iban a poner una multa de lo que fuera, pero que me iban a dejar pasar".
Paga más de cien euros por un parking junto a su peluquería y no quería desaprovecharlo. Conclusión: control a la entrada de la ciudad, media vuelta forzosa y, a toda prisa, toca buscar un lugar donde aparcar fuera de la M30, llamar a la jefa, que espera, y recurrir al metro como podría haber hecho esta mañana pero ahora con agobios.
Andrés, arquitecto, también tiene matrícula par y, para evitar sustos y sanciones, ha optado por el taxi. Dentro del vehículo, dos visiones opuestas de las restricciones, frente a frente.
"El Ayuntamiento debería ofrecer alternativas", dice Andrés, quien paga los 16 euros de carrera. "Madrid está marrón todas las mañanas y es una pena, aquí vivimos todos", lamenta el conductor, quien recibe el dinero.
Por otro lado, la visión de quienes pisaban asfalto para ganarse la vida, como los comerciantes. La pescadería de Manolo está a rebosar de pescado fresco, lo que le falta son clientes. Venden mucho a gente de la periferia y que hoy no se han acercado. "Llevan 40 años viniendo y tienen que continuar viniendo", afirma el comerciante.
Por último, están los que, como José, que va siempre motorizado al trabajo, han descubierto no sólo que se puede vivir sin coche, sino que además se puede vivir mejor. "50.000 veces mejor. Vengo de una zona que en seis paradas estoy en el centro de Madrid", reconoce.
Otro gasto más
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