Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie que mató a cinco mujeres e intentó acabar con la vida de otras dos en Castellón entre 1995 y 1998, ha salido este sábado de la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), y ha afirmado que nunca volverá al lugar de sus crímenes "por respeto a las víctimas".
Ferrándiz fue condenado a 69 años de prisión, pero este sábado ha salido de la cárcel tras haber cumplido el máximo de 25 años que permite la ley por la que fue juzgado.
El exconvicto ha abandonado la prisión con la cara cubierta con una mascarilla negra y una gorra de ese color, además de gafas de sol y, a preguntas de los periodistas, ha dicho que se va al extranjero para "no molestar a nadie" y rehacer allí su vida, según recogen varios medios de comunicación.
Ferrándiz, de 60 años, tiene prohibido acudir o residir en las tres localidades donde cometió los crímenes (Castelló de la Plana, Benicàssim y Onda) hasta julio de 2028, ya que así lo recoge la sentencia.
En los últimos años, ha sido acogido por una entidad religiosa y ha disfrutado de permisos penitenciarios, por lo que el proceso de excarcelación ha sido progresivo, según informaron fuentes judiciales.
Antes de los cinco crímenes y otros intentos, por los que fue sentenciado a 69 años, Ferrándiz fue condenado en mayo de 1990 a 14 años de cárcel por una violación, pero el 4 de abril de 1995 obtuvo la libertad condicional. Meses después, entre julio de aquel año y julio de 1998, asesinó a cinco jóvenes e intentó matar a otras dos.
Este asesino en serie había mostrado "buen comportamiento" y había participado en estudios e incluso en concursos literarios y culturales y se encontraba "totalmente reinsertado", en opinión de los miembros de la comisión de seguimiento que le concedieron la libertad condicional. Este fue uno de los motivos que llevaron al fiscal del caso a pedir que se considerase al Estado como responsable civil subsidiario, por no haber controlado lo suficiente al acusado, aunque su petición no fue finalmente admitida.
En 1990, al acusado no se le detectó anomalía psíquica alguna, ni por parte de la psicóloga del centro penitenciario ni por los médicos forenses o la psiquiatra que, como peritos, intervinieron en el juicio de aquella causa. Tampoco en el juicio posterior por los cinco crímenes se le consideró un psicópata, porque "cuando ocurrieron los hechos padecía un trastorno de la personalidad polimorfo" pero que "no le impedía gobernarse a sí mismo".
Ferrándiz fue condenado a 16 años de prisión por el asesinato de Sonia Rubio, y a 11 por cada uno de los asesinatos de Natalia Archelós, Francisca Salas, Mercedes Vélez y Amelia Sandra García. La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Castellón aplicó en estos casos la atenuante de confesión y valoró la colaboración que prestó el acusado en el esclarecimiento de los crímenes.
Además, fue condenado a nueve años de cárcel por intentar asesinar a la joven Lidia M. y a siete arrestos de fin de semana y al pago de una indemnización a Silvia B. por un delito de lesiones por imprudencia. Este asesino solía acechar a sus víctimas a las afueras de las discotecas e incluso desinfló la rueda del coche de alguna de ellas para ofrecerle ayuda posteriormente, ya que la mayoría de las víctimas subió voluntariamente a su vehículo, según se determinó en la investigación posterior.
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