Se necesita más que un spray para hacer un grafiti en el metro: se necesitan mazas para hacer butrones y atravesar muros y llegar a descolgarse peligrosamente por los techos de las cocheras junto las catenarias electrificadas de la vía.

En las imágenes de sus actuaciones en Barcelona también dejan ver que se necesitan radiales para cortar los candados reforzados de las ventilaciones, el lugar preferido de acceso. Bajan con cuerdas cuidadosamente sus herramientas.

Además se necesitan dos cosas más, una cámara y una red social para grabar sus acciones. En Madrid, unas imágenes documentan el acto desde fuera del tren y lo acompañan con las caras de sorpresa de los viajeros, también en el interior.

"Hoy en día puedes pintar algo que sabes que va a ser borrado enseguida pero como te queda la foto ya queda permanente, es el 'telegrafiti'", apunta Francisco Reyes, experto en grafitis.

En lo que llevamos de año se han producido más de 7.300 pintadas y repararlas cuesta más de 20 millones de euros al año. La impunidad también las multiplica. Karen, mítico grafitero de Madrid, cuenta cómo los agentes de seguridad ahora no hacen nada: "Ahora te salen los viejos estos del Metro y te quedas con ellos hablando un rato y todo".

En Barcelona acaban de pintar un vagón de los años 20 que la red de transporte guardaba hasta ahora celosamente en un sarcófago. Los maquinistas de Madrid temen que ahora estos vagones clásicos de principios de siglo sean el reto más deseado.