A sus 70 años, Luis ha aprendido a utilizar un cajero automático. "Lo desconocía totalmente", reconoce. El motivo para hacerlo, entre otras cosas, es que cada vez hay menos oficinas bancarias y más cajeros para sacar o ingresar el dinero.

Es lo que ocurre en Sober, un pueblo de Lugo, en Galicia. Sol, una vecina de la zona, asegura que tienen que ir practicando "por si acaso nos estafan". Este es precisamente el mayor temor para las personas mayores: la vulnerabilidad que sienten cuando utilizan estas máquinas, porque los cajeros automáticos se encuentran en la calle y, por lo tanto, están más expuestos a ser observados mientras sacan dinero.

Por ello, en este pueblo se han propuesto un objetivo: "Tratar de que lo hagan con cierta seguridad y que pierdan los miedos", según ilustra Carlos Saco, trabajador de la sistemática operativa de Abanca y monitor de las clases para mayores.

Lo hacen impartiendo una clase teórica para los que todavía no se manejan con soltura con las tecnologías. Hemos asistido a una de ellas, en la que, cuando todos los conceptos están claros, cambian de aula: ahora es el propio cajero. Es en ese momento cuando los alumnos tienen la oportunidad de poner en práctica todo lo aprendido.

"¡Qué maravilla!", expresa Luis tras aprender a sacar el dinero de forma más sencilla y segura. Una clase que, además, le ha dado la confianza para la próxima vez que lo tenga que hacer solo.