90 segundos es el tiempo en el que un avión debe ser evacuado en caso de urgencia. Por eso es necesario que el ojo humano esté aclimatado a una luz más tenue, por si el sistema de iluminación no funciona correctamente, para facilitar la evacuación.

Tomar tierra y despegar son los momentos más críticos del vuelo, cuando se producen más incidentes. Por ello las luces se apagan y se encienden justo en ese momento.

También en esos instantes el personal a bordo suele pedir varias cosas: que las persianas de las ventanillas se mantengan arriba. De nuevo, la razón de ser es la seguridad. Si los bomberos tuvieran que acceder con hachas desde el exterior, con la escotilla cerrada no podrían saber si detrás hay personas.

Además con más luz, la evacuación del avión sería mucho más rápida que a oscuras. A veces lo más básico es lo que garantiza el éxito.

La tripulación también pide mantenerse rectos y tener la mesita del asiento plegada. Los movimientos, de ser necesaria una salida de emergencia, siempre son más rápidos que con la butaca reclinada.

Así que ya saben, la próxima vez que suban al avión no les resultará extraño que las luces se apaguen al aterrizar y despegar.