Lourdes siempre es la sombra de su hija porque María tiene autismo. Es una gran dependiente, pero al llegar a la edad adulta, se acaba la formación. "Tienes que seguir pagando la mensualidad de un centro privado o tenerla en casa", cuenta. Y en casa, en 3 meses sin formación, se pierden 15 años de trabajo.

Tras años en lista de espera, ha conseguido una ayuda para ocupar una plaza en un centro de día. Pero a cambio le han retirado la ayuda de cuidadora. "No son cuatro horas, o cinco o seis, sino que cuando se va al centro, sino que después del centro se tiene vida, y es todo la familia", explica. Y no hay dinero para más.

Irene también tiene autismo. Su padre preside una asociación de afectados, y así habla de la enfermedad: "Las personas tienen ciertas habilidades que la sociedad tiene que aprender a aprovechar". Los recortes y retrasos en el pago de las ayudas, les pusieron contra las cuerdas. "Necesitamos tener financiación con bancos, con cajas y con préstamos", explica Pedro Ugarte.

Marc también tiene autismo. La preocupación de su madre es la misma que nos han contado el resto de padres: "El día que los padres falten, ¿que será de nuestros hijos?" Y él tiene suerte porque está en un centro donde convive y aprende, pero es muy difícil entrar. Las asociaciones piden ayuda y recuerdan que las personas con trastorno autista no viven en su mundo, viven en el nuestro.