Por eso, la sociedad científica Socidrogalcohol, la farmacéutica Lundbeck y la Confederación de Alcohólicos, Adictos en Rehabilitación y Familiares de España (Caarfe) han elaborado el documento sobre el Trastorno por Consumo de Alcohol (TCA), 'Alcohol, una amistad peligrosa'.
Todo ello para concienciar sobre este trastorno y luchar contra su estigma social, que en buena medida es "culpable" de su infradiagnóstico. Sólo dos de cada diez casos de alcoholismo son diagnosticados y el primer profesional que tiene la llave para hacerlo es el médico de atención primaria, según el doctor Francisco Pascual, especialista en adicciones y presidente de Socidrogalcohol.
Muchas personas han sido diagnosticadas después de que el médico de familia constatara este problema a través de un test o de los indicadores de salud de un análisis de sangre. Más del 40 % de personas con TCA prefiere la reducción al verla como un objetivo más aceptable y realista, según el especialista, que no obstante advierte de que ésta es posible con ayuda de determinados fármacos, y solo para los casos de consumo leve y en algunos de consumo moderado.
Si se lograra reducir, según Pascual, la mortalidad relacionada con el alcohol bajaría en un cinco por ciento, un cambio de paradigma en el tratamiento para esos casos. El descenso en el consumo de alcohol, cuyo tratamiento "debería ser homogéneo" en todas las comunidades autónomas, haría que disminuyeran el 12 por ciento los casos de cáncer.
De lo que se trata, en definitiva, es de que esa persona termine por contemplar la posibilidad de tener un cambio en su vida y hacerle entender que pasa por una disminución o un abandono del consumo de alcohol, algo que hizo en su momento Ángel Jimenez, presidente de Caarfe. "Por más que me lo decía mi entorno, yo pensaba que controlaba", afirma Jiménez, quien se dio cuenta que tenía que parar cuando tuvo una pancreatitis con 38 años.
En las mujeres, un consumo de riesgo es de dos a cuatro unidades al día, de 14 a 28 a la semana. En el hombre, de cuatro a seis al día, de 28 a 46 semanales. A partir de esas cantidades, el consumo es perjudicial para la salud y tres de cada diez españoles lo pasan por alto, porque consideran admisible esa ingesta diaria.