Los vendedores del Rastro de Madrid ven luz al final del túnel. Después de ocho meses de cierre, han pactado con el Ayuntamiento abrir la mitad de los puestos y en fines de semana alternos. La Policía vigilará con drones que el aforo no supere las 2.700 personas.
"Después de muchos meses de mucho sufrimiento y de una situación muy dramática, hemos logrado que el Ayuntamiento entienda que también tiene que ceder un poco", manifiesta Mayka Torralbo, portavoz de la Plataforma Estatal de Comerciantes Ambulantes.
En España existen 3.500 mercados al aire libre en los que trabajan más de 40.000 comerciantes, entre los que se encuentra Fina, vendedora de ropa en los mercadillos ambulantes de la provincia de Barcelona. "Vendo menos, gano menos y pago lo mismo", critica.
En Catalunya, la Generalitat ha limitado el aforo de estos mercados al 30%, aunque algunos municipios han suspendido todos los mercadillos semanales para prevenir contagios.
En este sentido, Francisco Lobato, presidente de la Asociación Mercafer señala que "muchos como no pueden llevar a cabo su actividad, se ven abrumados por los pagos y las tasas de los ayuntamientos".
Y en Alfafar, Valencia, el Ayuntamiento solo permite puestos del sector alimentario, aunque allí la presión surte efecto y el Ayuntamiento ha cedido en una especie de tira y afloja. Sin embargo, en la Comunitat Valenciana, los comerciantes lamentan que, con el aforo limitado al 50%, las ventas han caído en picado y algunos ya han tirado la toalla.
Defienden que las posibilidades de contagio "son 20 veces inferiores" que en espacios cerrados
Además, los vendedores ambulantes defienden que, al estar sus puestos al aire libre, son menos peligrosos para la transmisión del COVID-19 que las tiendas y centros comerciales. "Las posibilidades de contagio son 20 veces inferiores que en cualquier lugar cerrado. no tiene sentido que los mercadillos hayan sufrido esta discriminación tan brutal", defiende Mayka Torralbo. Por ello, reivindican poder trabajar al 100% de su capacidad.
Otro gasto más
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