Desde los 14 años Ricardo Barreira se jugaba la paga en apuestas con amigos. Una práctica que, ya de adulto, se convirtió en un problema. "Empecé a trabajar, viviendo con mis padres, y el sueldo no me llegaba ni para mis gastos", cuenta Barreira, que llegó a gastarse hasta "6.000 euros en un día".

En su caso consiguió dejarlo, tras pasar por varios tratamientos y apuntarse al registro de autoprohibidos online. Un sistema que funciona a nivel nacional desde hace una década y cuya función es bloquear el acceso de los inscritos a las apuestas en internet.

Este tipo de adición es un problema creciente, que ha experimentado "un aumento del 13% en el 2021, que viene a ser la misma constante que aumenta todos los años", explica Mikel Arana, director general de Ordenación del Juego (Ministerio de Consumo).

El Ministerio de Consumo trabaja para compartir ese registro con los de las comunidades, de quienes dependen las apuestas presenciales en salas y casinos. Más de 63.000 personas están en este registro que es voluntario y puede deshacerse, por eso no puede ser la única herramienta.

El 1,6% de la población en general juega de forma problemática. Además, el perfil más habitual, ha cambiado. "Hablamos de un varón, de entre 22 y 28 años, jugador de apuestas deportivas, online y en búsqueda del primer trabajo", describe Juanjo Lamas, técnico de la Federación de Jugadores de azar rehabilitados.

A las asociaciones lo que más les preocupan son los más jóvenes. "Los estudiantes de secundaria reconocen en un 25% que practican juegos de azar", añade Lamas. Por eso, desde las entidades piden educar en alternativas de ocio e ir más allá de la mera demonización de los juegos de azar.