Han pasado más de 30 años, pero Kike Poveda recuerda bien lo que sintió el día que le diagnosticaron VIH: "Fue como una sentencia de muerte".

Myriam Amaya sufrió una triple discriminación. "Aparte de los estigmas que teníamos como transexuales, al mismo tiempo soy de raza gitana y seropositiva, era todo muchísimo más difícil", recuerda.

Invisibilizados, tenían incluso que reunirse de forma clandestina. "Nos reuníamos a horas en las que no había nadie para que no nos viesen", añade Poveda.

La estigmatización, un peso añadido

Muchos se quedaron en el camino por la falta de tratamientos efectivos y otros acabaron suicidándose. Quim Roqueta, diagnosticado en los años 90, recuerda a un amigo al que "no lo mató un virus, sino que lo mató el estigma y la discriminación".

Tres décadas después, los avances científicos han convertido el VIH en una infección crónica. Una vez diagnosticada puede llegar a ser intransmisible gracias a los tratamientos antirretrovirales.

Pero la discriminación, dicen, continúa ahí, por eso siguen reivindicando. Juan Diego Ramos, coordinador VIH FELGTB, pide "una retirada de la catalogación del VIH como una enfermedad infectocontagiosa". Añade que "esto ocasiona problemas a la hora de acceder a seguros de vida o residencias para mayores".

Personas que durante toda su vida se han dejado la piel para que otros no pasaran por lo mismo que ellos. Muchos sufren el llamado síndrome del superviviente. "Sentimos ansiedad, soledad", explican.

Sin duda, hay una asignatura pendiente con ellos: darles el lugar que merecen.