A través de Internet, o por medio de un abogado, se contacta con un agente local que opere en uno de estos paraísos fiscales. Éste sólo tiene que acudir a un registrador de compañías y, en menos de tres días, se obtendrá el documento que confirma la creación de una nueva sociedad para operar desde cualquier rincón del mundo.

"Desde España, a través de Internet, puedo operar con sociedades de todo el mundo", explica Juan Carlos Galindo experto en prevención de blanqueo de capitales. Estas sociedades offshore ofrecen un amplio menú de servicios para que uno no tenga que pisar nunca el paraíso fiscal.

Se puede contratar un nuevo nombre y el CIF para la empresa. Ofrecen empleados y directivos ficticios. Incluso, se pueden disponer de unas oficinas para simular una junta de accionistas. Y por una cuota anual de 300 dólares se pondrá mantener activa la sociedad.

"No aparece el titular, sino otros testaferros, por lo que saber quién es es complicado", precisa Carlos Cruzado, presidente de Gestha. Por eso no es difícil ver el nombre de una misma persona vinculada a varias sociedades. Son testaferros profesionales, y su trabajo es legal en los paraísos fiscales.

Es el caso, por ejemplo, de Jaqueline Alexander, que aparece como directiva de 1.790 empresas registradas en Panamá. "Se utiliza al testaferro para que el titular pueda, desde la sombra, operar desde su casa", indica Galindo. Además de la confidencialidad, gracias a las empresas offshore, sin moverse de casa se pueden realizar todo tipo de operaciones desde la sombra.

Abrir cuentas bancarias en cualquier país sin que aparezca el nombre, comprar bienes e inmuebles a cuenta de la sociedad, proteger u ocultar el patrimonio o registrar embarcaciones y vehículos de lujo. En definitiva, funcionar como una empresa legal, sin que haya constancia de quién es el propietario real de toda la fortuna.