El primer acceso de Mossack Fonseca con el caos se da a pocos días de que salgan a la luz los papeles de Panamá. Los periodistas se agolpaban a las puertas de la compañía. Dentro, los trabajadores tenían una misión: saber quiénes eran sus clientes. "El cliente ha desaparecido, no puedo encontrarlo", reza una de las comunicaciones internas. Los emplados acabaron perdiendo los nervios.

"Esto ha sido ridículo. Parecemos putos 'amateurs'. Una operación de Mickey Mouse. Dame ahora mismo todo lo que necesitas para terminar esto", se puede leer en otro correo electrónico. Los periodistas buscaron a los testaferros y a los dueños de las sociedades. Mossack, internamente, se confiesa: dos meses después de la filtración aún no han identificado a los propietarios del 75% de las offshore que ellos mismos habían creado en Panamá.

No les había preocupado hasta que comenzó la investigación. Ahora quieren saberlo. Quieren parecer limpios, y piden documentos a cada sociedad; entre ellos, al presidente de Ucrania, al de Emiratos Árabes Unidos y, tras 17 mails, consiguen también el pasaporte de Jackie Chan. Han roto la confianza con sus clientes.

"¡Qué brutalidad! Así es la forma en que su compañía muestra su gratitud a un cliente leal de más de 30 años. Bravo", puede leerse en otro correo dirigido a Mossack Fonseca. No es el único: "Borre mi compañía de todo su registro, estaré más que feliz de no tener más relación con una compañía tan incompetente". La Policía entró en las oficinas de Perú, El Salvador y Panamá.

En total, 159 investigaciones abiertas en 79 países. Se recuperaron 400 millones de euros en todo el mundo y el buffete acabó cerrando sus puertas, según ellos, víctimas de acoso y derribo y sin la confianza de sus clientes, que ya escriben mensajes como: "Este correo electrónico será interceptado como los 11.600.000 restantes. Me da igual".