Casi cuatros han pasado de los aplauos que avalaban la aprobación de la LOMCE. Sucedió el 28 de noviembre de 2013. Ahora, sin embargo, se ha empezado a dar marcha atrás a esta ley. La gran mutilación de la Ley Wert llegó en diciembre con la supresión de las polémicas reválidas para acceder a Secundaria y Bachillerato.

A partir de aquí ha habido que improvisar. Ya no es necesario tenerlo todo aprobado para pasar a Bachillerato. Se podrá pasar con dos suspensos y la nota media podrá ser inferior a cinco. Al finalizar la ESO los alumnos no se examinarán de siete asignaturas, sino de cuatro. La prueba solo será diagnóstica; en ningún caso certificativa.

"Lo que tienen que valorar los docentes es si esos objetivos de etapa se han conseguido y si esas competencias básicas se han adquirido", señala José Luis Pazos, presidente de la CEAPA. También se relaja la prueba final de Primaria. Puede sustituirse por un informe de los profesores.

Por lo tanto, ya no es necesario que las pruebas las supervisen profesores ajenos al centro. Entre otras cosas, porque las pruebas ya no son censales para todos los alumnos, sino muestrales. Cada autonomía puede diseñar la suya. "Tiene que existir una prueba externa que sirva para evaluar al propio sistema y homologar el nivel de los alumnos de toda España", considera Mario Gutiérrez, presidente de Educación del sindicato CSI-F.

El contenido para acceder a la Universidad también ha cambiado. Los alumnos solo se examinarán de las troncales de 2º de Bachillerato. Este panorama es provisional hasta que se llegue a un pacto de Estado por la educación. Si no se alcanza, la Ley Wert volverá en su esplendor.