"Si te fijas, hijita mía, verás durante las noches ¡allá, en lo alto del cielo! una estrellita muy nerviosa que brilla mucho y que se apaga y se enciende. Es 'Tilín', que con su lucecita te transmite los besitos que desde aquí te manda papá. Y como papá piensa a todas horas contigo, pues siempre, siempre, constantemente, titila la luz de la estrellita con los millones de besitos de papá". Estas palabras pertenecen a un cuento que el anarquista José Pellicer escribió a su hija en sus últimos días de prisión, antes de ser fusilado junto a su hermano Pedro por el régimen franquista. Sucedió el 8 de junio de 1942.

Entonces Coral no tenía más de cinco años. Tuvo que esperar a ser mayor de edad para que su tío Vicente, que sí pudo salvar su vida, le diera en mano aquella "joya preciosa" que sigue guardando a sus 82 años. Coral recuerda que le "impresionó mucho" leerlo, pero más le sorprendió: ella afirma que ya conocía la historia de 'Tilín', se la había contado su padre uno o dos días antes de su muerte: "Me dieron permiso para ir a visitarle a la cárcel. Recuerdo que lloraba mucho por todos los hombres que había allí, estaba asustada. De repente unos brazos me rodeaban y me abrazaban, pero fue una sensación de protección". Era su padre, que se despedía de ella. En aquel momento, José ya le habría hablado a Coral de una estrella en el cielo llamada 'Tilín' que brillaba y que velaría por ella cada noche cuando él no estuviera.

El azar quiso que Pellicer pudiera contarle esta historia a Coral en persona. Quizá no esperaba tal oportunidad porque, antes de verla por última vez, ya había escrito aquella escena que suponía el adiós de un padre a su hija. Dice así: "¡Si tú supieras lo que me pasó la otra noche! Claro que no lo sabes. Mira, si papá pudiera estar contigo te cogería, te sentaría en sus rodillas y empezaría a contarle a su chiquitina lo que pasó. Pero como no puede ser, vamos a hacer una cosita. Yo se lo escribiré a mamá y ella te lo leerá. Tú, de vez en cuando, cierras los ojitos y será como si te lo contara papá".

El azar también quiso que Pellicer coincidiera en la cárcel con José María Carnicero, artista republicano condenado a 30 años de reclusión por publicar en el semanario 'La Traca' "dibujos e historietas en los que se insultaba a los invictos generales del Ejército español"; a destacar, una ilustración que muestra a Franco travestido, reclamando a Mussolini "plantillas de Florencia" y a Hitler "agua de colonia". Con ayuda de Carnicero aquel cuento fue completado con ilustraciones que muestran una sonriente Luna a la que acompañan estrellas bailarinas y una niña que duerme plácidamente, sabiéndose protegida por 'Tilín'.

Dos portadas de 'La Traca' con Franco como protagonista

El día siguiente a ese último encuentro entre padre e hija, Pellicer fue fusilado. Igual que su hermano Pedro y otros anarquistas, José rechazó integrarse en el Sindicato Vertical del régimen a cambio de la libertad. Aquello le costó la vida. "A Pellicer le ofrecieron colaborar con el franquismo para salvarse, y se negó. Prefirió que lo fusilaran", precisa Miquel Amorós, historiador valenciano que recoge en la biografía José Pellicer. El anarquista íntegro (2009) la vida y obra de un hombre "maldito en el anarquismo, y por tanto desconocido", que desempeñó un papel relevante en la resistencia del bando republicano durante la Guerra Civil.

Del traslado de los restos de Pedro y José se encargó la mujer de éste, Maruja Veloso. Cuenta Amorós que ella evitó que fueran arrojados a una fosa común y llevó los cuerpos "con una carretilla" al cementerio de Paterna, donde ambos hermanos reposan junto a una lápida con su foto. El historiador apunta: "(Coral) tiene un pañuelo con el que le limpiaron la cara de sangre (a José) cuando murió". Es uno de los pocos recuerdos, junto a algunas fotos y la historia de 'Tilín', que Coral ha logrado mantener de su padre.

Por su valor artístico e histórico, decidió donar el cuento, que durante un tiempo pasa a formar parte de la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL), organización que tiene por objetivo la conservación y difusión de la cultura y la historia libertaria. "Coral se puso en contacto con la fundación y fue donando cosas. En alguna de las visitas que hicimos a su casa nos enseñó el cuento, y la convencimos para que lo trajera", cuenta Miguel Ángel Fernández, miembro de la FAL e integrante de la sección de Prensa y Medios de Comunicación de la CNT. Tiempo después, el libro volvió a las manos de la hija de Pellicer.

Pellicer y la Columna de Hierro, entre el mito y la leyenda negra

Coral creció con la imagen de su padre tal y como aparece reflejada en el cuento de 'Tilín', la de un "hombre bueno" y "bondadoso". Una imagen que fue completando a través de los recuerdos de su madre, su familia y compañeros de filas anarquistas que sí lograron escapar de la pena de muerte del régimen: "Mi padre fue un valiente, como muchos otros". Al mismo tiempo, empezaba a conocer y comprender la otra cara de un hombre que escribió a su hija una carta de despedida en forma de cuento. La cara de un hombre que no obstante eligió morir por la causa revolucionaria antes que vivir al servicio del fascismo.

El anarquista José Pellicer

Para cuando su hija recibió de su tío Vicente el libro de 'Tilín', José Pellicer ya era sobradamente conocido en toda la zona de Levante, así como en los círculos anarquistas y republicanos de gran parte de España que aún se resistían a aceptar la victoria de Franco. Pero lo que más adelante empiezan a oír y a leer Coral, su familia y sus allegados sobre su figura difiere del recuerdo que ellos tienen de él. Porque pese a su temprana muerte, en torno al anarquista ya se había creado una suerte de mito y a la vez leyenda negra muy discutida y extendida en la historia reciente.

"Cuando se comprobaba que alguien había cometido un delito le expulsaban o se lo cargaban"

De Pellicer se dijo que era un asesino y además sanguinario. Además, sus movimientos fueron cuestionados casi en todo momento por diversos sectores de la izquierda. Miquel Amorós perfila una de las razones: "Él no quería separar la guerra de la revolución. Por eso fue marginal, no quería ceder". Pellicer, que procedía "de una familia bien" de Valencia, quería llevar el anarquismo a la sociedad, y precisa su biógrafo que vio en la Guerra Civil la coyuntura idónea para una rebelión: "Fue un idealista, su gran error fue creer en la revolución y tratar de hacerla, y no creerse las circunstancias políticas de aquella época".

Venía apuntando maneras. Miguel Íñiguez, autor de Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español (2001), expone los primeros pasos del joven anarquista: "Ingresó en el Movimiento Libertario en 1928 (con 16 años), militó en la facción más revolucionaria y anarquista de la CNT. Eludió el servicio militar (declarado prófugo), fue encarcelado en Lleida y enviado al cuartel de Manresa (1934), donde constituyó un grupo anarquista. Sublevó la guarnición con el octubre revolucionario y fue juzgado por un tribunal militar que lo condenó a deportación en Villa Cisneros". Pellicer "entró y salió de la cárcel muchas veces" antes de la guerra, añade Amorós, y destaca: "Llegó a ser alguien con bastante carisma e influencia a pesar de su juventud".

Pero lo que quizá más pudo pesarle a Pellicer fue la fundación y la actividad de la famosa y polémica Columna de Hierro, agrupación anarquista de milicianos formada para hacer frente a las tropas franquistas tras el fallido golpe de Estado de 1936. A esta columna se la acusó de saquear comercios y viviendas de la población civil en retaguardia, de secuestros, de entrar en las cárceles para ejecutar a los sospechosos de pertenecer al bando de los sublevados y salir de ellas liberando a presos que se unieron a sus filas. "No era una columna militar al uso. La gran mayoría eran obreros honrados", asegura Amorós, que puntualiza, sobre dichos presos: "Hay quien daba buenos resultados y quien no. Cuando se comprobaba que había alguien que cometía delitos se le expulsaba. A otros se los cargaban si habían hecho alguna fechoría grave".

La anécdota del Santo Grial

En lo que respecta a Pellicer, Amorós concluye que "salvó a mucha gente. No era sanguinario, todo lo contrario. Intentaba salvar a los curas, monjas, militares retirados. Cuando asaltaba una cárcel no mataba a nadie, él ordenaba liberar a todos". Y cuenta una curiosa anécdota relacionada con el hallazgo del supuesto Santo Grial en Valencia: "Cuando se hacía un registro (en un templo) en busca de joyas para cambiarlas por armas, todos los santos griales y vírgenes se escondían en casas de beatas. En uno de los registros en casa de una de las beatas, Pellicer encontró un alijo de santos con el Grial y le dijo a la beata: 'Esconde eso, que no lo vea nadie'. Eso le hubiese podido costar la vida a la señora".

Pellicer también fue duramente criticado por su rechazo a la militarización de las columnas de milicias anarquistas para luchar en la Guerra Civil. "Fue un personaje con muchos enemigos en la estructuras burocráticas de la CNT", señala Amorós. Miguel Íñiguez ahonda en esta afirmación: "La defensa que hizo de las milicias frente al Ejército, como también de la Columna de Hierro, cabe considerarlas como magníficas y sumamente anarquistas, por más que se viera obligado a aceptar la militarización, que en su columna nunca fue real".

Acabada la guerra, Pellicer "intentó que muchos de sus compañeros escaparan" de la pena capital. Poco más pudo hacer, pues tras llegar a Alicante y encontrarse con sus hermanos, el anarquista fue detenido y encerrado en el castillo de Santa Bárbara, donde fue "bárbaramente torturado", según relata Íñiguez. Tras pasar por diferentes penales en Valencia, Barcelona y Teruel es finalmente asesinado en Paterna junto a su hermano Pedro. Dice Coral que su madre estuvo presente en la ejecución, y que cuando el pelotón de fusilamiento abrió fuego contra los detenidos, el jefe del grupo se acercó a sus compañeros y dijo: "Aquí ha muerto un valiente".