Puede que sea incalculable el valor que reside en el hecho de ser padre de la Constitución. El concebir e influir en el texto legal que ampara un Estado de derecho. Máxime cuando el país en cuestión, España, está tratando de salir de una dictadura y los totalitarismos están dando sus últimos coletazos.

Ese honor, en nuestro país, tan sólo lo obtuvieron siete personas, siete hombres. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón (UCD), Gabriel Cisneros Laborda (UCD), José Pedro Pérez Llorca (UCD), Gregorio Peces-Barba (PSOE), Manuel Fraga Iribarne (AP), Jordi Solé Turá (PCE-PSUC) y Miquel Roca Junyent (Convergencia). Todos ellos juristas o intelectuales de prestigio, íntimamente relacionados con los partidos que conformaban las Cortes Constituyentes.

Pero de ellos, que mancomunaban esa dignidad, tan sólo uno cobró por hacerlo. Fue Herrero de Miñón, hombre fuerte de la UCD en el proceso y artífice intelectual del esqueleto de la Carta Magna. Es, además, el que continúa vivo, junto a Miquel Roca.

El cobro, recibido en dos plazos, fue firmado "honradamente" por Herrero

Así lo desvela el periodista Abel Hernández, un testigo privilegiado de la época, en el libro Secretos de la Transición (Plaza y Valdés). Hernández, en conversación con laSexta, detalla la anécdota.

Las horas extra de Herrero con la Constitución

“Herrero pidió una gratificación porque él tenía un sobretrabajo, un supertrabajo: de los siete ponentes, el fue el que más trabajó, sobre todo al principio”, detalla el autor. “Hizo horas extras para trabajar en torno a la Constitución. Era un gran jurista, era un tipo espabilado. Le dedicaba más tiempo a esto que a las reuniones normales

Según Hernández, fue una retribución “bastante abultada para la época”. Y bastante controvertida. El secretario de Suárez, Aurelio Delgado, que era también su cuñado, se negaba a dárselo. “Fue a ver al presidente y le dijo que no, que no le daba dinero de los fondos reservados. Pero Suárez accedió y le dijo que sí”.

El resto de padres de la Constitución no lo sabían

El cobro se realizó en dos plazos diferenciados, y Herrero de Miñón firmó “honradamente” los recibos. El dinero era procedente de los escasos fondos reservados, los fondos que se justifican, pero que no tienen especificación presupuestaria. “No sólo por hacer la Constitución, sino por el sobretrabajo que estaba llevando”, considera Hernández.

“El resto de padres de la Constitución no creo que lo supieran”, indica el autor. “No sé si él lo ha contado”.

La Constitución actual, el tercer plan

Miguel Herrero Rodríguez de Miñón era, según detalla el libro, “un joven letrado brillante, con fama de sabelotodo y de creerse el más listo de la clase, al que el ministro [Landelino Lavilla] había convertido en su secretario general técnico y en el que había puesto todas sus complacencias”.

Herrero de Miñón, un jurista brillante y con ambición política

“Era un hombre cargado de ambiciones políticas y económicas y pegado a una cartera llena de papeles”. Por eso, la primera idea que tuvo la UCD tras rechazarse la idea del rey Juan Carlos de crear “una especie de carta constitucional” a través de una serie de notables -que iban a escoger de entre los senadores reales-, que podrían servir muy bien de distintas ideología, que podían estar dentro del parlamento o fuera, fue que Lavilla y Herrero elaboraran un borrador de una constitución muy breve.

Pero no obtuvieron el beneplácito del resto de grupos. “Socialistas y comunistas rechazaron rotundamente el plan de Landelino y de su ayudante aventajado”, relata Hernández en el libro.

Fueron, principalmente, Miquel Roca y Felipe González los que encabezaron ese no. Y el socialista alegó que las Cortes tenían suficiente capacidad para hacer una Constitución. Así, se optó por el plan final: una Carta Magna parida por una ponencia de siete miembros dentro de la Comisión Constitucional del Congreso que se encargaría de fabricar el texto sobre ese primer proyecto que había elaborado Herrero.