Votar en plena pandemia en las elecciones catalanas va a suponer todo un reto para las personas encargadas de las mesas y para los ciudadanos que acudan a votar de forma presencial.

Por este motivo, en Sant Julià de Ramis, en Girona, -el pueblo de Carles Puigdemont- han organizado un ensayo de cómo será la votación el próximo 14 de febrero: habrá un metro y medio de distancia entre votantes, los DNI se depositarán en una bandeja para evitar que los miembros de las meses lo toquen y habrá EPIs para la franja horaria más crítica.

"Corrimos bastante para tener todos los EPI para que los probáramos y viéramos cómo se tienen que poner y quitar porque es un momento muy delicado", ha señalado Marc Puigtió, alcalde de la localidad.

Una de cada cuatro personas convocadas a las mesas ya han presentado alguna causa para no acudir el 14 de febrero. Las juntas electorales de zona están aceptando alegaciones de todo tipo: por motivos médicos, ante el riesgo de contagiar a un familiar, estar a cargo de un menor de edad, trabajo esencial o incluso por motivos religiosos.

Tal ha sido la 'fuga' de candidatos que en Mollerusssa, un pueblo de Lleida, se han visto obligados a realizar un segundo sorteo porque hasta siete personas que han conseguido librarse de acudir a las mesas. Ahora todo el municipio tiembla pensando en quiénes serán los siguientes.

La junta provincial de Barcelona ha acordado que los suplentes que no hagan falta puedan moverse a otros centros electorales. Una medida con la que trata de resolver una situación paradójica: la ley establece que en caso de no formar las mesas se queden los primeros que lleguen a votar, mientras que el Govern ha recomendado que se reserve la primera franja horaria para los más vulnerables.