Rita Barberá era una histórica del PP, afiliada a Alianza Popular desde 1976 de la mano de su mentor, Fraga, cofunda el partido en Valencia. Pero la imagen que marca su vida política es cuando toma el cetro de alcaldesa en 1991, y no lo suelta hasta casi un cuarto de siglo después.

Se convierte en la regidora de las indiscutibles mayorías absolutas, de los mítines multitudinarios, y de éxitos como la visita del Papa a Valencia en 2006 o la celebración de la Fórmula 1, episodios con su posterior lado oscuro.

En 2007 cosecha su más aplastante victoria en las urnas y un Rajoy en liza con el aznarismo aprovecha el tirón para celebrar un año después en tierras valencianas un congreso en el que con el apoyo de Barberá revalida su liderazgo en el PP.

Más tarde, en 2014, ambos amigos se reúnen en la Moncloa, Barberá no lo tiene claro, pero Rajoy la convence para que se vuelva a presentar otra vez a la alcaldía, todo a pesar de que el nombre de Rita aparece ya vinculado a varias tramas de corrupción.

Las cosas se torcieron definitivamente el 24 de mayo de 2015 cuando después de 24 años, Barberá deja de ser alcaldesa de valencia. A partir de ahí su mundo se empieza a desmoronar, un juez de Valencia empieza a investigar a todo el PP valenciano por blanqueo en la misma campaña en la que perdió el poder.

Barberá se recluyó en su casa y durante muchos días su única imagen es de ella sola en casa atrincherada tras las cortinas. Su nombre no tarda en salir como responsable del blanqueo y su soledad se hace cada vez más evidente, muy visible en el Senado, donde el PP le buscó acomodo en la última fila y cada vez más explícita en boca de los dirigentes populares.

La presión tras el anuncio del Supremo de que empezaba a investigarla la llevó a abandonar el PP. La última imagen de Barberá es de su declaración en el Supremo por el supuesto blanqueo y la última declaración del PP sobre la afiliada número 3 del partido es que "no está ya en el partido". Un tono muy distinto al que se ha escuchado el día de su muerte.