"¡A vuestros puestos todos!", pide la encargada de la organización en el Congreso, y se encienden las pantallas. La razón: Richard Gere ha llegado al centro de la política española. El actor se abre paso entre la multitud con tímidos saludos que son respondidos con sonrisas. Embelesa. "Es muy atractivo y con una mirada especial", reconoce Ramona Mañas, ujier del Congreso de los Diputados.

Hay quien usa la táctica de posar pacientemente hasta tenerlo a tiro. Gere se cuela sin querer en la foto y queda imortalizado, para alegría de la fotografiada. Pero quien se ha llevado la foto buena, con acercamiento ha sido su Cicerone en el Congreso: la presidenta Ana Pastor. Ello ha despertado incluso algún que otro resentimiento.

"Yo debería haberle hecho una visita guiada", ha lamentado Natalia Rodríguez, guía del Congreso de los Diputados. Los trabajadores nunca habían visto nada igual. Gere pisa el hemiciclo y un coro de voces le saluda con un entusiasta 'buenos días', y resuena algún que otro cuchicheo: "Yo me lo imaginaba más mayor". Mientras Ana Pastor le asombra con la historia del lugar, fuera siguen intentando verle.

Llevan a Richard Gere a la sala Constitucional, y él pregunta, entre la sorpresa y el agradecimiento por tal recibimiento: "¡¿Pero cuántas fotos podéis hacer?!". Su esposa, la española Alejandra Silva, y su embarazo centran también la atención. Ya sentados, Gere se quita los focos de encima: "Yo no soy importante. Ustedes son los que pueden traer el cambio". Pide que España ayude a cambiar el futuro de las personas sin hogar.

Se reparten las últimas fotos, en las que todos se esfuerzan por salir, y Richard Gere se retira habiendo llenado el Congreso de los Diputados de cercanía y de felicidad. "Nos ha alegrado el viernes", dicen. Los únicos que hoy han resistido en su puesto son los leones.