La noche del 7 de junio 2004, cerca de cien puñaladas acabaron con la familia Barrio: Salvador, Julia y su hijo pequeño, Álvaro. Es conocido como el triple crimen de Burgos. Tan sólo su hijo mayor, Rodrigo, que no se encontraba en casa esa noche, siguió con vida. Siempre se sospechó de él y fue el centro de la investigación, pero nunca se le pudo procesar.

Ahora, 17 años después, se ha reactivado el caso: buscarán nuevas evidencias en el coche de la víctima gracias a técnicas forenses más modernas.

El tiempo corre en contra. El crimen prescribe en el año 2024 y la investigación está atascada. Además de Rodrigo, que aquel día dormía en un internado, sólo hubo otro sospechoso: Ángel Ruiz, Angelito, vecino de Bureba, pedanía de la que Salvador Barrio era alcalde.

Dos sospechosos, ninguno concluyente

Contra Rodrigo Barrio se obtuvo un reguero de pruebas. Guardaba el anillo que su madre nunca se quitaba, su número de pie coincidía con el del asesino. En la casa encontraron una pisada de una zapatilla Dunlop entre la talla 42 y 44. De hecho, era el único que tenía otra llave del coche familiar. Pese a ser menor, Rodrigo sabía conducir y pudo haber ido esa noche hasta Burgos. Aún así, quedó en libertad.

Angelito, por su parte, fue el autor de las pintadas ofensivas en la tumba de la familia Barrio, y llevaba desde el principio en el punto de mira por su pasado violento: fue condenado a 18 años de asesinato por el asesinato de una vecina del pueblo.

Además, en un registro en su casa la Guardia Civil encuentra multitud de llaves robadas de medio pueblo. Entre ellas una copia del despacho del alcalde, que en 2004 era Salvador Barrio.

Angelito podría haber entrado al consistorio, haber obtenido la otra llave y haber entrado al domicilio de los Barrio. Le obsesionaban las zapatillas Dunlop y calza un 43.