El panteón de Vjekoslav Luburić preside la entrada al cementerio de Carcaixent, con una cruz y el escudo de su milicia. Se trata del genocida nazi más sanguinario de Croacia. "Tiene velas, le traen flores y aparecen pintadas en las que se dice que no se toque a esta persona", denuncia Carles Albert, exconcejal de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Carcaixent

Pero el Ayuntamiento de Carcaixent sí quiere exhumarlo. Lleva dos años intentándolo sin éxito. "Hemos remitido una carta a la embajada croata, pero no hemos recibido respuesta. En ese intervalo se pone en contacto con el Ayuntamiento uno de los hijos de esta persona, dice que él tenía el derecho funerario y que él quería que su padre continuara ahí", ha explicado Carles Albert.

Expropiar la tumba es una opción pero prefieren agotar los seis años de propiedad que aún tiene la familia. "Hay que esperar a 2026, a que se acabe la concesión, y entonces sacarlo. Mientras tanto, vamos a esperar a la nueva ley de Memoria Histórica que nos ampare", ha expuesto Raimon Marí, concejal de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Carcaixent.

Luburic dirigió uno de los campos de exterminio más crueles de Croacia. "Era un auténtico psicópata, uno de los grandes criminales de la Segunda Guerra Mundial", ha relatado Francesc Bayarri, periodista y autor de 'Cita en Sarajevo'. A esta descripción se suma Matías Alonso, coordinador recuperación de Memoria Histórica de Valencia.

"Los propios nazis lo definían como un sádico extremo. Mataba a la gente a martillazos", ha señalado Matías Alonso, coordinador de Recuperación de la Memoria Histórica de València. Tras la Segunda Guerra Mundial, Vjekoslav Luburić huyó a España disfrazado de franciscano. Protegido por Franco, se instaló en Carcaixent. En palabras de Alonso, una tierra que "era un centro de actividad nazi protegido por el franquismo". A esta afirmación añade Bayarri: "El franquismo le ofreció una identidad falsa, que era Vicente Pérez García".

El actual concejal de Memoria Histórica de Carcaixent recuerda que en el pueblo le llamaban 'Don Vicent': "Llevaba una vida muy discreta y estaba considerado una buena persona". En una casa del pueblo valenciano montó una imprenta. Allí murió asesinado por uno de sus trabajadores que resultó ser un espía croata.