Abril de 1939. Franco admira el llamado 'Desfile de la Victoria'. El dictador acaba de ganar la Guerra Civil y muestra su poderío militar. En medio de los festejos, el 'generalísimo' se para delante de una iglesia y, como un caballero cruzado, ofrece su triunfo a Dios. Desde entonces, en España comienza a imperar el nacionalcatolicismo.

"En la época de Franco, ser español y católico significaba definir tu identidad", explica Evaristo Villar, teólogo y portavoz de Redes Cristianas. Franco y la Iglesia encabezada por Pio XII se adoraban mutuamente. El Vaticano reconoció la soberanía del dictador y lo condecoró; era un amor correspondido. Y por la gracia de Franco, la Iglesia fue colmada de regalos y privilegios: las inmatriculaciones.

Pero ¿qué es una inmatriculación? Lo explica Antonio Manuel Rodríguez, portavoz de 'Recuperando', Coordinadora Estatal para la Recuperación del Patrimonio Inmatriculado por la Iglesia: "Es la primera vez que un bien inmueble accede al registro de la propiedad. Nuestro derecho exige que, para que un bien acceda al registro, tiene que existir un título material que lo justifique".

Rodríguez continúa: "Lo que ha sucedido con las inmatriculaciones es que existía un privilegio que proviene del franquismo y que equiparaba a la Iglesia católica con la administración, y a los obispos con notarios". En 1946, el franquismo aprueba su ley hipotecaria. En su reglamento se dice que "tratándose de bienes de la Iglesia, las certificaciones serán expedidas por los diocesanos respectivos". Resumiendo: bastaba con que el obispo diera su bendición para que la Iglesia tomara como suyo cualquier bien o propiedad.

En palabras de Jorge García, presidente del de 'Movimiento hacia un estado laico': "Se daba la potestad de que los diocesanos, obispos y arzobispos, pudieran autocertificarse bienes simplemente con un certificado suyo, sin aportar ningún titulo de la propiedad reconocido". Franco solo puso una excepción: la iglesia no podía matricular a su nombre templos destinados al culto.

"La única prohibición era que no accedían al registro los templos de culto porque se habían entendido históricamente como bienes de dominio público. No del Estado, sino de cualquiera de nosotros, como calles, plazas o ríos. A pesar de eso, existe constancia de que, desde 1946 hasta la muerte del dictador, también se inmatricularon templos de culto", expone el portavoz de 'Recuperando'.

Franco murió, pero su ley siguió viva. Las matriculaciones siguieron: desde 1975 hasta 78, y del 78 al 98, también se inscribieron bienes contra esta prohibición. Ahora, más de 40 años después, España está pendiente de que el Gobierno publique el listado de inmatriculaciones de la Iglesia. En total, ha inscrito como suyas, en dos décadas, 30.000 propiedades que van desde templos a casas parroquiales, o incluso fuentes y parques infantiles. Sin su publicación, Ayuntamientos o particulares no pueden reclamar la titularidad de esos bienes.

Los 30.000 bienes inmatriculados por la Iglesia

Un parque infantil en Eskoriatza, una casa particular, huertas y montes, un merendero en Guadalajara o la mezquita de Córdoba. Todas estas propiedades están entre los 30.000 bienes que la Iglesia inscribió como propios en las últimas dos décadas y que, según varias asociaciones, no les corresponden. El vídeo que acompaña a estas líneas detalla algunas de esas inmatriculaciones: