23 de febrero de 2014. Han pasado exactamente 33 años del golpe de Estado. Más de cinco millones de espectadores asisten, desconcertados, a una insólita 'revelación' en 'prime time' que pone del revés todo lo que creíamos saber sobre el 23F: el asalto al Congreso fue una farsa.

Casi una hora más tarde, se descubre el engaño: la verdadera mentira es lo que nos ha contado 'Operación Palace', el primer falso documental en la historia de la televisión en España. Durante 58 minutos, Jordi Évole ha logrado convencer a muchos de que la intentona de Tejero fue un montaje, orquestado desde el poder político y dirigido por el cineasta José Luis Garci.

Una película que obligó a algunos a borrar los tuits publicados durante el programa, indignó a más de uno y que otros tantos consideraron una genialidad, pero que no dejó indiferente a nadie. ¿Cómo logró Évole engañarnos a todos? ¿Cómo hizo 'Operación Palace' de la ficción una mentira creíble?

Una de las claves estaba en el propio formato: el falso documental o 'mockumentary', siguiendo los pasos de 'Operación Luna', un 'fake' francés donde se asegura que la llegada del hombre al satélite nunca ocurrió, sino que fue una conspiración del gobierno de EEUU.

Presentado como un auténtico documental de investigación periodística, 'Operación Palace' combinaba imágenes de archivo del golpe militar con entrevistas a personalidades que lo vivieron en primera persona, otro de sus golpes de efecto.

Así, diputados como Felipe Alcaraz, Joseba Azkárraga o Alejandro Rojas Marcos, que estaban en el Congreso el día en que Tejero irrumpió en el hemiciclo, se prestaron al engaño, al igual que hicieron Federico Mayor Zaragoza, Joaquín Leguina, Jorge Vestrynge e Iñaki Anasagasti.

Los testimonios de periodistas como Iñaki Gabilondo, Luis María Anson y Fernando Ónega, y la opinión del catedrático de Historia Contemporánea Andreu Mayayo ponían la guinda a la credibilidad de esta ficción.

La falta de transparencia mantenida en torno el golpe de Estado, que 'Operación Palace' buscaba denunciar, contribuyó a su aparente veracidad.

Unas 50 personas participaron en la grabación. Mención aparte a un desliz del propio Évole, que casi da al traste con el engaño, todas guardaron celosamente el secreto.