El obispo de Málaga, Jesús Catalá, ha defendido este lunes haber actuado con "recta conciencia" en el caso del sacerdote Francisco Javier Cuenca preso por abusar sexualmente de al menos cuatro mujeres, y ha acusado a algunos medios de comunicación de haber actuado con "virulencia" contra la Iglesia. Asimismo, Catalá no ha explicado por qué ocultaron el caso, ya que según la denuncia la Diócesis conoció estos hechos en diciembre del año pasado.

Una semana después de que se conociera el arresto de un cura de la Diócesis de Málaga por abusos sexuales a varias mujeres, a las que drogó y grabó, el obispo ha publicado una carta pastoral en la que muestra su "repulsa y condena más profunda" ante un caso que ha "consternado y escandalizado" al Presbiterio.

Desde el Obispado, asegura Catalá, han estado "atentos para responder a las primeras reacciones de la sociedad, que ha recibido esta noticia con gran alarma social". "Hemos estado acompañando a los sacerdotes más implicados en los hechos, sobre todo, a los párrocos donde ejerció el acusado, que han tenido que soportar la virulencia de algunos medios de comunicación, cuya reacción ha sido muy dura contra la Iglesia", afirma Catalá.

"Con recta conciencia"

El obispo explica que desde el primer momento que se conocieron los hechos la Iglesia ha tratado siempre de actuar "con recta conciencia", para hacer, en la medida de sus posibilidades, "todo el bien posible". Por ello, añade, la Diócesis ha publicado "notas de prensa clarificadoras" y ha decidido personarse como perjudicada en el caso en calidad de acusación particular. Además, ha iniciado el procedimiento para la expulsión del estado clerical del sacerdote acusado de abusos.

Añade el prelado que necesitan tiempo "para asimilar los hechos acaecidos" y afrontar el presente y el futuro de la Diócesis: "Aún no hemos podido serenar las turbulentas y embravecidas aguas que nos cercan". Jesús Catalá cree que el Presbiterio saldrá "más reforzado y unido de esta dura prueba" y afirma que "la misericordia de Dios es infinita y perdona todas nuestras culpas".

"El pecado, aunque sea un gran daño moral, no tiene la última palabra", sostiene el obispo, que pide perdón "por el propio pecado" y por lo que no haya hecho bien la comunidad cristiana, "por ignorancia o por falta de vigilancia". "Y pedimos perdón especialmente por los pecados de violencia y de abuso contra la mujer. Pedimos también por los privados de libertad, por el sacerdote detenido y por los voluntarios de prisiones que los acompañan", señala el prelado en su escrito.