Durante más de 13 años Miguel Blesa fue la cabeza visible de Caja Madrid, a la presidencia de la entidad llegó en 1996, cuando José María Aznar ocupó la Moncloa. Una amistad que se forjó en los años 70, en la academia en la que el expresidente y Blesa estudiaban para convertirse en inspectores de Hacienda.

Con él como presidente y hasta 2003, la caja de los madrileños dobló su volumen. Eran buenos tiempos, en los que la labor de la entidad era premiada. En 2005, Blesa fue, incluso, elegido el mejor presidente de entidad financiera.

Tres años después empezaría la lucha política por sustituirle al frente de Caja Madrid: Esperanza Aguirre quería poner a Ignacio González y ahí empezó su declive. En 2012 tuvo que explicar su gestión ante el Congreso de los Diputados.

Tuvo que justificar su tren de vida que incluía una gran afición por la caza y desplazamientos en BMV blindado a cargo de la caja. Dar explicaciones, decía entonces, era cumplir con un deber.