Hoy en día el Parador de San Marcos es uno de los alojamientos turísticos más emblemáticos de León. Sin embargo, hubo un día en el que sus pasillos se convirtieron en las barreras de los prisioneros de la Guerra Civil.

Allí pasaron hambre, frío y muchos fueron fusilados. Y, por eso, a pesar de que el edificio se ha remodelado, los familiares de las víctimas piden que no se olvide lo que ocurrió allí.

Una de las víctimas fue el padre de Melchor García. Pasó cuatro años prisionero en San Marcos y asegura que sufrió todo tipo de vejaciones: "Les escupían desde el corredor de alrededor del patio y les orinaban incluso". Además, afirma, las palizas se sucedían.

También pasó por el campo de concentración el bisabuelo de Rubén, pero para ser fusilado de forma inmediata: "Pasó unas horas allí para ser fusilado en la madrugada del 23 de octubre de 1936".

Josep Sala es hoy uno de los últimos supervivientes del campo de San Marcos. A sus 101 años, sigue soñando a veces con lo que pasó en aquel campo de concentración: "Allí cada día había muchos muertos, los llevaban en mantas con los pies colgando. Daba una pena tremenda".

De allí guarda todavía postales que nunca llegaron por la censura, o uno de sus carnés de vacunación, uno de los pocos documentos que atestiguan que el campo existió.

"Estuve cuatro meses sin lavarme la cara ni nada, sin ducharme ni bañarme", ha explicado el superviviente, que ha asegurado que el lugar más temido por los prisioneros era 'la carbonera'. Si te llamaban para ir hasta allí, ha afirmado, "te daban una paliza que no volvías en sí".

León era conocido como 'la pequeña Siberia' por el frío, y eso hizo que San Marcos fuera uno de los campos de concentración más duros de esa época. Por él pasaron más de 30.000 prisioneros, y muchos de ellos tuvieron que dormir en el propio claustro, a la intemperie. "Estábamos tan apretujados unos contra otros que si te quedabas dormido de cara al norte te despertabas de cara al norte", ha asegurado Josep Sala.

Uno de los pocos censos que existen fueron creados precisamente por sus supervivientes y familiares utilizando "expedientes carcelarios, testimonios de personas que pasaron por San Marcos y los envíos que se hacían desde el campo de concentración pidiendo la manutención de la población reclusa que había en aquel momento".

Por esas condiciones, pero también por enfermedades y fusilamientos, los historiadores apuntan a que podrían haber muerto unas 3.000 personas. Por todo ello, familiares y victimas piden que no se invisibilice esa parte de la historia.

"Todo ese sufrimiento y todo ese compromiso con la democracia tiene que estar representado en un memorial", ha apuntado Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Algo que, asegura su director Alberto San Sebastián, llegará pronto al Parador, "donde se va a contar que una de las épocas en las que el establecimiento tuvo esa condición de campo de concentración forma también parte de nuestra historia", ha explicado. La historia de un edificio que en las últimas décadas pasó de las tinieblas a la luz, y que hoy es el conocido Parador de San Marcos.