El coronavirus le cambió la vida a Vicente. Lo cogió cuando fue a visitar a su madre, que estaba enferma y falleció días después de su encuentro.

"La doctora me dijo que mi madre había fallecido y yo vivía del alquiler y dependía de la paga de mi madre. Me quedé en la calle", nos cuenta.

La asistencia social del hospital lo puso en contacto con 'Hogar Sí', una ONG que asiste a personas sin hogar. Ahora, vive en una residencia de Murcia.

"Lo bueno de estar aquí es tener un techo y estar con los compañeros", asegura. Él es una de las 33.000 personas que hasta hace poco no tenía hogar en España. Entre ellas, 8.000 viven en la calle, como hasta hace poco Francisco.

Pero eso cambió gracias a los trabajadores sociales, nos cuenta. Para someterse a un trasplante de riñón, Francisco necesita una vivienda estable, algo que le dejaba fuera de la lista de espera.

Las personas sin hogar tienen una esperanza de vida 30 años menor y la pandemia ha complicado aún más su situación. José Manuel Caballol, director general de 'Hogar sí', nos cuenta que este colectivo "se ha visto solo" al ver las calles vacías por la pandemia.

Dificultades que implican una adaptación: "El acostumbrarse a dormir en una cama parece una tontería, pero alguno de nuestros clientes tuvieron que dormir en el suelo durante un tiempo porque no se acostumbraban a lo blando del colchón".

Francisco y Vicente residen en una vivienda llamada 'para la recuperación de la salud'. Ordenan, comparten un té, miran la tele y principalmente se hacen compañía entre todos

"Si no hubiera venido aquí, hubiera estado en la calle viviendo bajo un puente", cuenta Vicente. Francisco, por su parte, ha conseguido un hogar temporal, ahora solo resta esperar que le confirmen el trasplante de riñón.